El momento se acerca, estamos ya a 66 días de que se dé el cambio de administración, y con ello no sólo llegará la llamada “cuarta transformación”, sino la transformación de la vida de millones de personas. Algunos, servidores públicos, dejarán su trabajo para que los nuevos equipos los sustituyan, otros se verán obligados a hacerlo en busca de mejores oportunidades dado el recorte salarial que se avecina.

Y es que no es cuestión de falta de voluntad o de egoísmo, lo cual además es válido, sino de continuar con una vida hasta ahora construida con base en deseos, estudios, trabajo. Habrá muchos que llegaron a donde están por otras situaciones, pero muchos, miles, lo han hecho por mérito propio.

¿Cómo decirles entonces que ya no podrán pagar sus casas, ni las escuelas de sus hijos, menos unas vacaciones o un seguro médico porque su trabajo ya no vale lo mismo? Y cómo saldrán a la calle a buscar oportunidades en un mercado desbordado por los recortes y las renuncias, mientras que en las dependencias públicas sus lugares, en los que ya se habían establecido métodos y se había ganado experiencia, habrá que comenzar de nuevo.

Ojalá y esto no permee en toda la sociedad, pues si los empresarios abusan de esta sobreoferta de mano de obra, más que transformación, viviremos una pesadilla.