Hasta los más dogmáticos de los futuros funcionarios públicos de este país tienen claro que la mejor alternativa para tener un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México es mantener la construcción del llamado Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).

Saben que el proyecto de Santa Lucía es inviable. No confiesan todas las ventajas que tiene seguir con el NAIM, como crear la “Ciudad López” en las 700 hectáreas del aeropuerto actual. Saben que tener dos aeropuertos limita los vuelos, encarece el costo al usuario y por lo tanto el transporte aéreo mantiene su carácter elitista, algo que corre en contra de sus más sentidos dogmas.

Suspender el NAIM sería un balazo financiero en el pie para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

En fin, se pueden llenar tomos enteros de una discusión vacía. Pero, ¿por qué lo hacen?
Una teoría simple es que para el próximo Presidente es importante cumplir con sus promesas de campaña, y suspender el NAIM y hacer consultas populares son dos de las más recordadas.

Ya con el resultado bajo el brazo, se puede fingir el recurrir al oráculo del pueblo bueno para decir que al final se sigue con la construcción del NAIM por petición popular.

Esta salida plantea problemas futuros para el gobierno de López Obrador. De entrada se vería a un Presidente que es incapaz de tomar una decisión que es evidente sin tener la muleta del pueblo.

Además, plantea la duda sensata de por qué no poner a consulta sus otros proyectos faraónicos, como la construcción del tren del Mundo Maya, que además de requerir una inversión de miles de millones de pesos, tiene serios cuestionamientos ecológicos y de viabilidad financiera.

O, bien, preguntar al pueblo bueno si se deben o no construir refinerías o, bien, si conviene mantener las compras de combustibles importados. Total, si el pueblo es sabio en materia aeronáutica, no debe tener ningún problema para dilucidar un asunto de corte financiero-energético.

No. Hay alguna razón adicional de los que van a llegar para mantener este tema en el tope de la opinión pública.
Seguro que no es borrar por completo al gobierno de Peña Nieto y a los partidos opositores, porque éstos están eliminados del mapa desde las ocho de la noche del 1 de julio pasado.

¿Por qué entonces tirar el anzuelo de la discusión aeroportuaria por parte del equipo de López Obrador?
Tampoco sirve como distractor para esconder otros temas polémicos del próximo Gobierno. López Obrador es principio y fin de la información de este país.

Por ejemplo, una designación como la de Manuel Bartlett para dirigir la CFE no la tapa ni el gigantesco nuevo aeropuerto.

Alguna lógica debe tener el usar una rebanada del enorme pastel de la popularidad de López Obrador para generar una nueva polarización social de este nivel, donde obliga a sus fieles a apoyar a Santa Lucía y dejar como cosa de pirrurris el apoyo al NAIM.

Debe haber alguna lógica… ¿O no?