Quién sabe si Martí Batres, futuro senador por Morena, haya tenido una epifanía o, por lo menos, un acercamiento con el resto de las fuerzas políticas y los sindicatos del Senado para anunciar, así de tajo, que el presupuesto de la Cámara alta se reducirá en dos mil millones de pesos.
No se sabe bien a bien a nombre de quién Batres se aventó la puntada, porque el coordinador de la bancada morenista será Ricardo Monreal.
Si bien es cierto que nadie puede estar en desacuerdo en que se tomen medidas de austeridad, proponer una reducción de dos mil millones implicaría no sólo acabar con los privilegios de los legisladores, sino dejar sin empleo a cientos de trabajadores de base y de confianza.
Seguro ya tiene un estudio técnico en sus manos para decidir quiénes dejarán de recibir los “sueldos millonarios’’ que dice Batres tienen los operadores del Senado.
Muchos de estos “operadores’’ son quienes hacen realmente el trabajo de los senadores: son quienes los tarjetean en las sesiones, los que conocen el reglamento, los que asesoran a los presidentes de la mesa en turno que muchas veces desconocen el reglamento interno.
Como Batres, las cifras de inversión en diferentes programas expuestas por López Obrador son lanzadas a la comunidad como verdades absolutas, pero sin un estudio de por medio.
¿Cuánto se ahorra, por ejemplo, si se traslada la SEP a Puebla? ¿Y cuánto cuesta llevarse la dependencia a ese estado? ¿De dónde resultan los 38 mil millones de pesos que se invertirán para dar mantenimiento a las refinerías del país?
En síntesis, ¿dónde están los estudios, el análisis de todas las variables que convergen en la decisión de destinar tal o cual cantidad de recursos para inversión o el ahorro?
Porque eso de creer en los recortes no es un asunto de fe.

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El cuestionadísimo Manuel Bartlett Díaz –hasta Tatiana Clouthier dijo que había “mejores perfiles’’ que el poblano- ya le hizo un gran favor a López Obrador: le quitó los reflectores que lo mantenían inquieto por el asunto del fideicomiso y la multa impuesta por el INE.
Si fue casualidad, se la deben, pero más bien pinta como para estrategia de distracción.
La verdad es que pese a la defensa que los seguidores y próximos funcionarios del gobierno del tabasqueño hicieron del fideicomiso y su uso, no se habían podido quitar la presión mediática.
Pero salió López Obrador con un nombramiento que ofendió incluso a los más recalcitrantes morenistas y el tema pasó hasta un tercer plano.
¿Sería mera coincidencia o plan con maña?

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El pleito por la dirigencia nacional de lo que queda de la CNC ocurre entre dos grupos: los que apoyan al senador Ismael Hernández Deras y los que se la quieren jugar con el candidato perdedor al Gobierno de Guanajuato, ex líder cenecista, Gerardo Sánchez.
Sánchez no pelea para él la posición –que ya tuvo-, sino para uno de sus incondicionales.
Hernández Deras será elegido presidente de la CNC para tratar de reconstruir ese mito que alguna vez se llamó el sector campesino del PRI de entre los restos del otrora partidazo.
Sea como sea, algo debe de tener de atractivo para que dos grupos se peleen la representación de los hombres del campo.