Mientras en el PAN una decena de militantes levantó la mano para competir por la presidencia del partido, en el PRI no se ve a ningún militante de peso aspirar al cargo.
Ya ha habido manifestaciones como la del ex gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, o del chiapaneco César Augusto Santiago que piden la refundación del partido, pero que ésta sea encabezada por “auténticos priistas’’.
Ruiz incluso dijo que competiría por la presidencia.
Pero de aspirantes con influencia en lo que queda de las llamadas bases del PRI, ninguno.
Y es que en esta fase de “análisis y reflexión’’ que supuestamente llevan a cabo los priistas -¿a poco es muy difícil entender por qué perdió su partido?-, lo que está ocurriendo en realidad es el reparto de culpas, el recuento de los daños.

De entrada, los dedos tricolores apuntan a Los Pinos, pues el primer priista de la nación determinó al candidato, al presidente del partido y dejó que un grupo de sus allegados diseñara y controlara la campaña perdedora.
Ayer le comentamos en este espacio que revivirá la petición de que el ex presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, renuncie a la diputación que ganó por la vía plurinominal; es la materialización del enojo por la derrota.
Ochoa Reza incluso se veía como posible coordinador de los diputados del PRI hasta que la elección del 1 de julio lo volvió a la realidad; si no se rebelan los legisladores del tricolor, todo apunta a que será René Juárez Cisneros el coordinador.

¿Podría el PRI recuperar sus viejas glorias el próximo sexenio, después de la estrepitosa derrota de julio?
Dependerá de qué tan en serio va la reestructuración.
El cambio de nombre, una de las propuestas, no transitará; una de las razones es que cambiar el nombre del PRI lo mandaría en las boletas de futuras elecciones hasta la parte baja, cuando ahora ocupa el primer lugar.
Claudia Ruiz Massieu sólo recogerá los fragmentos; pero la reconstrucción mayor, si ocurre, corresponderá al próximo presidente del tricolor.

¿Alguien se apunta?

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Andrés Manuel López Obrador insiste en poner a consideración de una consulta pública el destino del nuevo aeropuerto de la capital, a pesar de que sabe que la decisión de ese posible sondeo no será vinculatoria porque no obedece a las reglas constitucionales que lo norman.
Dijo que buscará que “personas de incuestionable honorabilidad’’ organicen, en octubre, la consulta y pidió a los dueños de los medios de comunicación abrir el debate.
El debate siempre ha estado abierto, pero el virtual Presidente desconoce las voces que desde los medios de comunicación, en ese mismo debate, han cuestionado y rebatido su propuesta de agregar dos pistas al aeropuerto militar de San Lucía.
La decisión salomónica será, todo indica, que el aeropuerto se concesione y que sea dinero privado el que se encargue de la conclusión de la terminal que ya se construye en Texcoco.

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Entre los proyectos que enumeró ayer López Obrador no mencionó como prioritario la construcción de las refinerías prometidas y la reconversión de las que ya existen.
El tema es que las refinerías mexicanas, de acuerdo a un análisis del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), “en los últimos 18 años, la refinación en México ha disminuido. Uno de los factores principales es una menor producción petrolera, la cual ha caído 37.3% de 2000 a 2018’’.
O sea que para que las eventuales refinerías operaran al 100% de su capacidad tendríamos que importar petróleo.
Lo que nos faltaba.