Especialistas del comportamiento humano dicen que el poder –en sus distintas formas- resulta casi milagroso.
El poder es el mejor afrodisiaco, es un poderoso “Dorian Gray”, contribuye a que el imaginario colectivo exalte virtudes imposibles e impensables en el poderoso, mientras oculta defectos y negativos.

 

En México, un político empoderado adquiere las cualidades del guapo, inteligente, carismático, experimentado, simpático, ocurrente, y algunos lo ven como deidad digna de un altar o como verdadera rock star.

 

Antaño, en el presidencialismo todopoderoso, de partido único, carro completo y del poder en un solo hombre, el Presidente era lo más parecido a una deidad. Cuando salía y regresaba del país era vitoreado por las masas en las avenidas, perseguido por los periodistas, admirado por intelectuales y aplaudido por el pueblo.

 

El Presidente era admirado por su calidad de “macho cabrío” –y sus amantes celebradas-, por sus ocurrencias, desplantes y boberías; por su sapiencia e infalibilidad, y ay de aquel que se atreviera a contradecirlo y criticarlo porque –entonces- respondía con el poder del Estado: “No les pago para que me peguen”, manoteó López Portillo a los críticos.

 

Antaño, hablar mal del Presidente, criticarlo, era un tabú en medios; tara social que ciudadanos y periodistas olvidaron con los años. Hogaño, no está del lado correcto de la historia quien no pendejea al Presidente, en medios, redes y digitales. A Calderón le inventaron alcoholismo y lo motejaron como “Fecal”, a Fox no lo bajaban de tonto y a Salinas lo bautizaron como “Villano Favorito” y jefe de la “Mafia del Poder”.

 

Pero el milagro del poder está de vuelta -como en los años 50, 60 y 70-, y hasta Tatiana Clouthier ordenó “bajarle dos rayitas” a las bromas a López Obrador –a pesar de que el candidato electo insultó sin freno a Presidentes y ex mandatarios-, mientras que casi todos los medios, en especial las televisoras, tratan a AMLO como todo una rock star.

 

Y resulta de risa que empresarios, medios, periodistas, intelectuales y críticos que ayer veían como tonto, senil, locuaz, ignorante y pillo a AMLO, que argumentaban que sus propuestas eran locuaces y propias de un populista y aprendiz de dictador, que nunca había trabajado y menos creado empleos, hoy cambiaron lentes o de ojos. ¿Por qué?

 

Porque para empresarios, intelectuales, críticos, periodistas y opinantes, Obrador hoy no sólo es guapo e inteligente, sino capaz, brillante, infalible. Y nadie recuerda el robo de millones de pesos de los damnificados que cayeron a su campaña; nadie quiere recordar su ignorancia para el poder; no quieren saber que nunca ha trabajado y menos de qué ha vivido y, sobre todo, voltean para otro lado cuando habla de amor y paz, mientras que Morena en Puebla es la verdadera cara de Morena; intolerancia y violencia.

 

Asistimos al milagro del poder; potente amnésico para empresarios, medios, intelectuales y periodistas.

 

Y es que AMLO ya no es “un peligro para México”, sino lo mejor que le pudo pasar a México. ¿Hasta cuándo?

 

Al tiempo.