Después de todo este tiempo de contiendas con propuestas y ataques de partidos y coaliciones políticas, entramos a una siguiente fase de buscar la “reconciliación”.

Recordando un poco el arranque del presidente Enrique Peña Nieto en 2012, éste inició con grandes expectativas sustentadas en ambiciosas reformas estructurales que llevarían al país hacia un rumbo de fuerte crecimiento económico al final de su sexenio (2017-2018). Todo se fue desarrollando dentro de ese marco. Sin embargo, desde mediados de 2013 se comenzó a observar un debilitamiento en los precios del petróleo, y fue en junio de 2014 cuando inició un gran ajuste que provocó que las naciones dependientes de esta materia prima vivieran momentos muy complicados. Se tuvo una reforma hacendaria en la que la sociedad esperaba un recorte a los impuestos y una mayor base de gravamen de personas físicas y morales, incluyendo el IVA en alimentos y medicinas, cuidando una canasta básica con el fin de no afectar a los que menos tienen. Pero fue contraria, ya que incrementaron la tasa de impuestos, reduciendo las deducciones y presionando mucho más al contribuyente.

Los ingresos petroleros cayeron, pero los fiscales se fueron elevando en un momento donde la economía perdió mucho ritmo de crecimiento, aunque hay que reconocer que ese aumento en ingresos fiscales ayudó a evitar una “crisis severa de nuestra economía”. En estos últimos años se pudo haber modificado en algo para favorecer más la inversión privada.

También el gobierno buscó grandes inversiones en diferentes sectores de la economía, con lo que fue incrementando, además, el nivel de endeudamiento público pensando que con una economía expandiéndose a ritmos de 4 y 5% anual, habría un equilibrio y estabilidad macroeconómica, pero no sucedió. El riesgo fue el de una posible baja en la calificación crediticia, por lo que se realizaron recortes en gastos afectando la inversión pública más que el recorte al gasto incidiendo en un menor desarrollo de nuestra economía.

Fueron 20 meses la implementación de grandes e importantes reformas estructurales con objetivos muy claros:

a) Elevar la productividad del país y generar un mayor crecimiento económico.

b) Fortalecer y ampliar los derechos de los mexicanos.

c) Afianzar nuestro régimen democrático y de libertades.

Reformas como la laboral, energética, de telecomunicaciones y radiodifusión, de competencia económica, financiera, hacendaria, educativa, político-electoral, en materia de transparencia. Además, la nueva Ley de Amparo, el Código Nacional de Procedimientos Penales, entre otros, que generaron grandes expectativas.

¿Y qué pasó?, ¿qué fue lo que cambió en el pensamiento de la sociedad?

Varios temas relevantes de carácter social y político. La fuga inicial del Chapo Guzmán, Ayotzinapa, la Casa Blanca, la Casa de Malinalco, problemas de corrupción de varios gobernadores, la Estafa Maestra, Odebrecht (con fuertes repercusiones en varios países y sin embargo en México no ha pasado nada), la necesidad del “Gasolinazo”, más lo externo como la tensa relación con la nueva administración de Estados Unidos, la volatilidad de los precios del petróleo, por momentos riesgos de la economía de China y su efecto global, de Europa también.

Todo ese gran trabajo de las reformas estructurales que, sin duda, en cinco a 10 años muy probablemente veremos con una gran transformación económica, opacado por aspectos de falta de transparencia, impunidad, corrupción e inseguridad. El histórico crecimiento en el empleo es un gran logro que se pierde.

Pero lo más triste de todo, el riesgo de que todo este esfuerzo a un costo muy alto para la sociedad en términos económicos y políticos no se logre.

México necesita estar unido hoy más que nunca. Pero necesitamos un gobierno comprometido en la lucha para erradicar todo este gran cáncer. La “confianza” será el mayor valor que pueda otorgar el gobierno a la sociedad para que la inversión privada retorne con mucho brío, y todo esto lo veremos en el desarrollo de nuestros mercados financieros en los siguientes seis a 12 meses: tipo de cambio, tasas de interés y el mercado accionario.