Ya era hora de que alguien le parara los pies a Trump. Es un caballo desbocado que no tiene límites, hasta que no le queda más remedio.

Un Tribunal de San Diego ha ordenado reunificar a las familias de inmigrantes separadas. Esto supone dos victorias: la primera es que la justicia por fin se ha impuesto y podemos creer un poco más en ella, a pesar de los errores que ha cometido en muchas ocasiones. La segunda es que el Presidente estadounidense ha entendido que ni él mismo puede estar por encima de la ley por mucho berrinche que haga.

Su política de tolerancia cero contra la inmigración ha quedado tocada, pero no hundida. Trump nunca da muestras de flaquezas, claro, ante el pequeño. Cuando sabe que tiene todo el poder del aparato del Estado se crece como si fuera un dios. Piensa que va a ganar. Cree que es lo que suele ocurrir. Pero en ocasiones puede perder como ha perdido con el Tribunal de San Diego, que le ha mandado reagrupar a las familias después de su altanera perversión en separarles.

Me sorprende cómo se crece cuando piensa que va a ganar, pero de qué manera se empequeñece cuando entiende que su rival es poderoso. No hay más que ver su relación –en ocasiones casi de sumisión– con el Presidente ruso, Vladimir Putin.

La resolución del Tribunal de San Diego supone no sólo una victoria contra la política cruel de Donaldo Trump, sino también se trata de un mensaje al mundo, especialmente a todos aquellos países que viven el fenómeno de la inmigración. Y se lo está diciendo sobre todo a Europa, la cual está cayendo en políticas parecidas a las del Presidente de Estados Unidos.

Italia es un ejemplo de cómo no se pueden adoptar ciertas políticas en contra de los inmigrantes. Es inhumano dejar a la deriva a un barco repleto de personas que intentan buscar un mundo mejor y no permitirles que atraquen en sus costas. Es lo que hizo Italia.

Pero lo mismo pasa con Hungría, donde decenas de miles de personas han querido ingresar para buscar refugio en algunos países europeos después de huir de una guerra, la siria, en la que han perdido todo, menos la vida. Muchos continúan en esa frontera. Han pasado tres inviernos de intenso frío y tres veranos de un denso calor. Muchos no tienen agua ni comida.

El Tribunal de San Diego ha sentado un precedente. La justicia del resto de las naciones debería empezar a mirar a San Diego.