La sacudida que le ha dado el nuevo Gobierno italiano a Europa ha sido sonada.

En primer lugar, en la reciente historia europea surge un gobierno, no formado por partidos ortodoxos, sino todo lo contrario. Se trata de una combinación tan extraña como novedosa.

Por una parte está el movimiento 5 Estrellas. creado por el humorista Pepe Grillo. No es un partido político; es una asociación de movimientos sociales que luchan por la igualdad y ven en Europa a un gigante que se quiere comer a los diferentes estados.

Por otro lado está la Liga Norte, un instituto político xenófobo de extrema derecha, cuyo principal ideario es la expulsión de los inmigrantes irregulares y su posible salida de la Unión Europea.

Pues estas dos corrientes tan extremas y heterodoxas son las que van a gobernar Italia.

¿Y por qué la ciudadanía de aquel país votó por estas dos fuerzas en lugar de depositar su sufragio en los partidos tradicionales? Porque en Italia, como en el resto de los países en Occidente, la ciudadanía global se ha cansado de la mentira, y la impunidad, y la corrupción y todo junto durante muchos años. No me extraña que en Italia vaya a haber un gobierno de estas características.

Son populismos que, en un momento dado, la gente prefiere votar. Porque en Europa, Italia no es la excepción. En Hungría, la extrema derecha y xenófoba de Viktor Orban ha vencido ya dos legislaturas con un éxito arrollador. En Grecia, el reducto de la izquierda Syriza lleva ya varios años en el poder. En Francia, Austria y Holanda, la extrema derecha estuvo a punto de ganar; si no lo hizo fue porque al final imperó el sentido común. No existe un solo país de la Unión Europea donde no haya partidos que se definan como populistas con propuestas demagógicas e irrealizables. Pero, claro, la gente está harta de estar harta.

Lo que propone el nuevo Gobierno italiano es un ideario irrealizable a menos que acabara con las arcas del país. Propugna una renta universal, 780 euros para todas aquellas personas que no trabajan, una bajada muy considerable de la presión fiscal, una revisión de todos los acuerdos con la Unión Europea y una expulsión masiva de inmigrantes ilegales – esto último, a mi modo de ver, resulta una auténtica barbaridad.

Cuando Bruselas lo vea se va a quedar de a seis. Por mucho que pudieran conseguir todos estos puntos y otros más, solamente podrán hacerlo subiendo las tasas impositivas, ya sangrantes, para la ciudadanía.

Además, Europa no se vería beneficiada en absoluto. Al contrario; si los italianos lo han podido hacer, muchos se preguntan por qué no pueden hacer lo mismo los portugueses, o nosotros los españoles o también los franceses. Y así seguiríamos dentro de un bucle que no tiene salida.

Sólo nos faltaba eso. Que la demagogia ahora se instalara como un virus. Con la que ya tenemos encima.