Cincuenta y seis días antes de la elección presidencial, el candidato del PRI-Verde-Nueva Alianza, José Antonio Meade, re-relanza su campaña.

Pero esta vez arropado por los líderes del tricolor, gobernadores, senadores, secretarios de Estado, en un intento por repuntar en las encuestas que desde la precampaña no le son favorables.

Esta vez, sin embargo, Meade se dirigió a los priistas como si él fuera uno más de ellos; en discursos anteriores no lo había hecho, se sentía lejano.

Les llamó –más bien les urgió- “a jugársela a muerte’’ para hacer ganar al PRI.

Ya no habrá más tiempo para otro relanzamiento.

El evento, realizado ayer en la sede nacional del tricolor, tuvo como objetivo demostrar que no hay tal división entre el PRI y el equipo de campaña de Meade, a quienes se les ha cargado toda la responsabilidad de los malos resultados hasta ahora.

Si funcionó o no, se sabrá en pocos días.

Lo cierto es que este re-relanzamiento de campaña no estuvo acompañado del anuncio del cambio de estrategia en materia de comunicación, como prometió el propio candidato hace unos días, ni de ningún otro ajuste al equipo cercano.

Si ocurre, tendrá que ser esta semana.

Porque el sentir de los priistas ayer era ambivalente: saben que no pueden perder –porque si es así, no saben cuándo podrían retomar el poder-, pero también cuentan los días para la elección.
¿Se podrá?

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Mikel Arriola dirigió ahora sus misiles en contra de Claudia Sheinbaum, a quien acusó de seguir fumando mariguana y pidió que se haga un antidoping.

El candidato no priista del PRI a la Jefatura de Gobierno de la CDMX ha repuntado en las encuestas –las serias lo colocan por debajo, aún lejano, del segundo lugar-, en parte porque ha logrado captar la atención de un segmento de la votación que ha sido minimizado por la derecha.

Su oposición a la legalización de las drogas y al aborto encontró eco en una ciudad presumida como de “avanzada’’, pero que tiene un margen de votantes conservadores.

Seguramente no le alcanzará para ganar, pero de que le puede sumar votos al PRI en la elección de diputados locales y alcaldes, ni duda cabe.

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A propósito del rompimiento de la alianza electoral entre el Verde y el PRI en el Estado de México, en los comederos de Toluca se comenta que en realidad lo que la dirigencia estatal del tricolor quiso hacer es garantizar la unidad de sus militantes, que andaban como lampareados por tantos logos de partidos para un mismo candidato.

Que el PRI se quiere consolidar como institución capaz de movilizar a la ciudadanía con una propuesta única de candidatos.

Pese a eso, los priistas del Estado de México –entidad que es la auténtica reserva de votos para el tricolor- aseguran que no se trató de una ruptura, que están abiertos a construir alianzas, “siempre y cuando sean propositivas y no sólo de membrete’’.

¿Pues qué clase de arreglo quería el Verde?

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López Obrador ya le tomó la medida a sus críticos.

Cuando se le cuestiona sobre sus dichos o sus hechos, siempre sale con un chistorete como respuesta.

Ayer dijo que “amor y paz’’ con los empresarios y hasta sacó un pañuelo blanco en señal de rendición.

Y aunque sus asesores le recomienden ya no comprar pleitos con ningún sector, siempre termina ganándole su genio.
Al fin que con un chistecito da por cerrada la discusión.