Por tanto haberse conocido, de tanto haberse encontrado, Real Madrid y Bayern Múnich se temen y desafían más: nadie tan consciente de sus respectivos alcances europeos que ellos dos, protagonistas del partido más repetido en la historia de la Champions.

Si eso basta para calificar a su rivalidad como “Clásico europeo”, es tema diferente, pero concedamos: en la memoria de todo quien tenga viendo futbol lo mismo 40 años que uno, existe una ríspida eliminatoria entre merengues y bávaros, cúmulo de remontadas y hazañas, de descalificaciones y expulsiones.

Más similares de lo que sus respectivas aficiones querrán admitir, estos equipos viven con el continente como único punto de referencia y valoración: ya puede el Bayern ganar por rutina su liga y últimamente el Madrid por rutina perder la suya, su vara de medir está bajo etiqueta UEFA. La Champions League y nada más que la Champions League, divide en estas entidades lo que se enmarca como glorioso de lo que se tacha como fracaso.

Choque, también, de dos Europas diferentes, la germánica y la latina, agravado durante los últimos años de crisis en el sur e imposición de austeridad desde el norte. Por entonces, Uli Hoeness, presidente del Bayern, clamaba molesto: “les sacamos de la mierda y luego no pagan”, aludiendo al rescate financiero encabezado por Alemania y la respuesta de varios equipos españoles que tenían deudas con el fisco. Irónico juego de espejos, en el que el directivo terminó en la cárcel por adeudar impuestos en Alemania.

A esa fuerte expresión debe añadirse la de otra leyenda muniquesa, Karl-Heinz Rummenigge, cuando el Madrid estaba por visitar la cancha del Bayern en 2014: “En Múnich se quemarán hasta los árboles”…, y se quemaron, pero por parte del cuadro visitante que, por primera vez, halló tranquilidad entre las veredas bávaras.

Desde entonces el Madrid ha vuelto a toparse con su némesis en 2017, polémica incluida en el atribulado partido de vuelta de la campaña pasada: dos goles en fuera de juego de los blancos, aunque antes hubo otro en posición incorrecta a favor del Bayern.

Quizá lo que más disgusta a tan encolerizados rivales es admitir cuánto se parecen, empatados en la arrogancia de la que también desciende su excelencia, con sus respectivas ligas polarizadas entre quienes les aman y les odian, con las inagotables suspicacias de benevolencia arbitral que persigue a los más habituales campeones.

Este miércoles abren la enésima batalla en su eterna guerra. Sus peores augurios, se hacen realidad: contra el resto de los equipos especulan sobre lo que pueda acontecer, entre sí, ya no hay duda, sólo lo peor.

Twitter/albertolati

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