Una de las trampas favoritas de las autoridades para subir tarifas, al menos en la Ciudad de México, ha sido promocionar con grandes letras los anuncios de que no subirán las tarifas y ya con letra pequeña le agregan la frase “en términos reales”.
Otros eufemismos que usan los economistas del poder es aquello, a lo que recurre con frecuencia el Gobierno federal, de no anunciar incrementos, sino ajustes.
Pero ese truco retórico de no subir los precios en términos reales es una manera de decir que sí van a subir los costos, pero en la misma proporción que la inflación.
Y está muy bien. Un precio que no puede siquiera reflejar el aumento de la medición general de los costos implica que a la larga tendrá que subir, y fuerte. Y mientras lo hace se deteriora la calidad del producto o servicio.
El problema de usar tan indiscriminadamente la artimaña de no subir los precios en términos reales es que los políticos que usan ese truco no siempre le entienden a lo que están diciendo.
Es el caso claro, específico y evidente de Andrés Manuel López Obrador, y su dicho de no subir tres años los precios de los energéticos en términos reales es una vacilada que refleja una terrible ignorancia de cómo funcionan los precios de la economía.
¿Cuál es la realidad del precio real de la gasolina? Puede ser la amenaza y el posterior bombardeo de Siria por parte de Estados Unidos, que altera los costos del petróleo. Puede ser un convenio firmado e incumplido de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, puede ser el repunte de shale gas de Texas o el huracán en aguas del Golfo de México.
Lo único cierto es que los precios de los energéticos no se rigen en el mundo por los índices inflacionarios locales.
Vamos, no es el Índice Nacional de Precios al Consumidor del INEGI el que fija cuánto cuesta la gasolina o el gas LP.
Es, pues, preocupante la ignorancia del candidato en este tema porque puede llevar a tomar decisiones catastróficas para la economía.
Un encaprichamiento con ese tema puede llevar a una severa crisis financiera para todo el país en cuestión de unos cuantos meses.
Porque no es simplemente regresar al esquema de subsidios que devastaron las finanzas públicas por años para entonces tener un precio local. Ahora no es tan sencillo porque la competencia es hoy abierta y los precios liberados. Regresarlo implicaría un costo de cientos de miles de millones de pesos, además de la pérdida de la confianza internacional.
En Venezuela, el litro de gasolina cuesta un centavo de dólar (en México vale un dólar), pero estoy seguro de que más de un venezolano cambiaba su coche por tener dos comidas al día.
No existe tal cosa de poder subir los precios de la gasolina con base en la inflación mexicana. Eso es una aberración producto de una ignorancia peligrosa, que sí se carga al presupuesto garantizado que nos lleva a una crisis.