La mentira está metida hasta la médula en la política de nuestro país y los políticos mexicanos tienen un gran aliciente para engañar a la sociedad: la impunidad. Los políticos mienten con gran soltura y cinismo porque no reciben castigo; no son censurados por los electores, por los ciudadanos.

Hace casi tres años publiqué en Milenio Diario, La fórmula de la derrota, en la que observé que “ninguna fuerza política en México está ocupada ni tiene como objetivo buscar coincidencias, espacios de consenso, objetivos comunes o reconciliación y estabilidad para México.

“El debate público y la confrontación política están marcados por la descalificación, el desconocimiento del otro, el maniqueísmo y la polarización. El odio y la discriminación son los elementos centrales del pretendido cambio que desde cualquier frente tiene como objetivo la destrucción del otro, del contrincante, del diferente (…).

“En la actualidad no hay una voz renovada que plantee una salida a estas recurrentes crisis y confrontaciones que tenga como eje la negociación, el acuerdo y la reconciliación”.

Dos años después las cosas siguen igual, y las mentiras y la impunidad se suman a la ofensa permanente de los políticos contra la sociedad.

Andrés Manuel López Obrador no tiene empacho en decir que venderá en siete mil 500 millones de pesos un avión presidencial que costó tres mil millones o que la corrupción le cuesta a México 9% del PIB -tomando como referencia un informe del Banco Mundial que no existe- y en ofrecer planes y programas sociales que costarían cuatro mil billones de pesos al año, cuando el presupuesto anual del Gobierno mexicano es de 5.3 billones de pesos.

Ricardo Anaya intenta ocultar los negocios que hizo desde su privilegiada posición en el Gobierno de Querétaro que lo tienen envuelto en un escándalo que hoy está catalogado como lavado de dinero, pero que tiene todos los elementos de tráfico de influencia y enriquecimiento ilícito; y José Antonio Meade, más ayuda de su impecable trayectoria pública, le saca la vuelta a la corrupción de este gobierno federal y de los gobernadores priistas que están hoy bajo proceso por desviar millones de pesos para llevarlos a sus bolsillos.

Todos mienten y ocultan en su afán de hacerse del gobierno sin importarles la irritación de una sociedad que está harta de sus jugarretas y excesos.

Así las cosas, los mexicanos seguiremos eligiendo al menos peor, porque no hay mejor, ni candidato ni partido.

JNO