El Foro Económico Mundial es una organización sin fines de lucro con sede en Suiza, fundada en 1971 por el profesor Klaus Schwab. Cada enero reúne, en el pueblo alpino de Davos (11, 100 habitantes, 2014), a jefes de Estado y de Gobierno (unos 70), directivos de empresas (unos 900), emprendedores, académicos, intelectuales, innovadores, funcionarios de organismos internacionales, miembros de diversas ONG, artistas y misceláneos, para discutir el panorama mundial y los pronósticos en materia política, económica y social.

 

Por lo mismo, cada año la temática es distinta: por ejemplo, en 2018, la cuestión a debatir fue cómo “Crear un futuro compartido en un mundo fracturado”; en 2017, se abordó el “Liderazgo receptivo y responsable”; y en 2016, se alistaban para ir “Dominando la Cuarta Revolución Industrial”. En esencia, es un súperclub de influyentes que buscan delinear agendas comunes para afrontar nuevos y viejos retos, sobre todo los globales y regionales.

 

Debido a toda esta dinámica (y parafernalia), el extinto politólogo y profesor de Harvard, Samuel P. Huntington, en su ensayo “Almas muertas: la desnacionalización de la élite estadounidense” (2004), define al miembro promedio de este súperclub como “hombre de Davos” (con los años, ha crecido la proporción de mujeres; en 2018, su asistencia fue de 21 % por lo que, sin duda, podríamos hablar también de las “mujeres de Davos”).

 

Sobre este, Huntington escribe: “Las recompensas de una economía global cada vez más integrada han generado una nueva élite global (…) tienen poca necesidad de lealtad nacional, ven las fronteras nacionales como obstáculos que afortunadamente se están desvaneciendo, y ven a los gobiernos nacionales como residuos del pasado cuya única función útil es facilitar las operaciones globales de la élite”.

 

Si bien hoy vemos una ola proteccionista, nacionalista y en ocasiones hasta nativista (gracias a Trump, el Brexit, Putin, el nuevo miedo nuclear, un resurgimiento terrorista, etc.) que, casi por definición, va en contra del móvil y los medios del “hombre de Davos”, es muy poco probable que la globalización y sus ramificaciones se frenen (podrán perder velocidad por periodos, pero sin intervención directa antiglobalizante de las potencias, no sucederá).

 

Asumiendo que “el hombre de Davos” permanecerá y crecerá como actor central en adelante (no sin obstáculos coyunturales, claro), a su sola existencia e influencia (buena o mala) se le debe regular globalmente. Voy al grano: el primer eslabón para hablar de un Estado global es, precisamente, la existencia de agentes (principalmente privados) globales, transfronterizos y, sobre todo, digitales, que puedan disputarle la supremacía a los Estados.

 

La historia nos ha enseñado que el poder que no se limita, tiende a expandirse. Tal vez es temprano para hablar de un Estado global, pero pienso que no tarda (¿mediano plazo?) en desatarse un debate; de forma cada vez más clara, el potencial de la tecnología y el internet para ignorar regulaciones de los Estados-nación crece. Y ello requerirá vigilancia, capacidad de defender y castigar, y legitimidad de organización. El próximo lunes, la segunda parte.

 

@AlonsoTamez

 

aarl