KABUL. Al menos 94 combatientes del Estado Islámico (EI) murieron en el ataque que lanzó Estados Unidos contra un complejo de túneles y cuevas que los yihadistas tenían en Afganistán, de acuerdo con un reporte reciente sobre las bajas en el incidente del jueves pasado.

 

Este balance de las autoridades afganas triplica el número de bajas reportadas desde el principio, tras la explosión de la bomba GBU-43/B, conocida coloquialmente como MOAB, un poderosa arma no nuclear, jamás antes utilizada en combate.

 

Funcionarios afganos habían dicho anteriormente que el bombardeo había matado a 36 combatientes del también conocido Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés).

 

Entre los fallecidos se encontrarían al menos cuatro altos mandos de la sección afgana del Estado Islámico- Jorasán, según el portavoz de la Gobernación de Nangarhar, Ataulá Khogyani, quien ha confirmado la completa destrucción de la zona del impacto.

 

Tres túneles que los yihadistas empleaban como depósitos de armas y otros equipos que los yihadistas empleaban en la localidad afgana Achin (provincia de Nangarhar, en el este del país centroasiático) quedo completamente en ruinas.

 

Uno de los fallecidos es un hombre identificado como “Hamza”, hermano de un alto comandante, también muerto, y otros dos jefes identificados como “Abubakar” y “Mohammad Abrani”, según la declaración oficial, citada por la agencia afgana de noticias Pahjwok.

 

Los expertos en seguridad señalan que ISIS había construido sus reductos cerca de las casas de civiles, pero el gobierno sostiene que miles de familias locales ya habían huido de la zona en los últimos meses de lucha.

 

La bomba masiva fue arrojada después de la intensificación de los combates terrestres en la zona entre fuerzas afganas, apoyadas por elementos del ejército estadunidense, contra yihadistas del EI.

 

Un soldado estadunidense de las fuerzas especiales fue asesinado el sábado pasado en Nangarhar mientras realizaba operaciones militares contra células de los extremisas islámicos.

 

La bomba destruyó sus escondites de montaña, un complejo de túneles y cuevas que había sido minado contra ataques terrestres convencionales, envolviendo la remota zona en llamas imponentes.

 

Algunos funcionarios cercanos al presidente Ashraf Ghani, quien apoyó el bombardeo, condenaron el uso en Afganistán de lo que llamaron un campo de pruebas para el arma, y ​​contra un grupo militante que controla sólo una pequeña porción de territorio y no se considera una gran amenaza.

 

El Estado Islámico, conocido por su reinado de terror en zonas de Siria e Irak, ha hecho incursiones en Afganistán en los últimos años, atrayendo a miembros descontentos de los talibanes paquistaníes y afganos, así como los islamistas uzbecos.

 

Pero el grupo ha estado perdiendo terreno constantemente ante la fuerte presión de los ataques aéreos estadunidenses y una ofensiva terrestre dirigida por las fuerzas afganas.

 

En comunicado emitido a través de su agencia de propaganda Amaq, el Estado Islámico indicó que no hay bajas ni heridos del grupo tras el ataque de la “madre de todas las bombas”.

 

El máximo comandante militar de Estados Unidos en Afganistán señaló que la decisión de desplegar una de las mayores bombas convencionales utilizada alguna vez en combate, era puramente táctico.

 

“Esta es el arma adecuada para el objetivo correcto,” sostuvo el general estadunidense John W Nicholson, comandante de la OTAN en Afganistán.

 

Un portavoz del ministerio afgano de Defensa, el general Daulat Waziri, comentó que el ataque era necesario porque el complejo de túneles era extremadamente difícil de penetrar, con algunos a una profundidad de 40 metros.
JMS