El pasado 4 de abril tuve la oportunidad de rendir un informe en materia de seguridad ante la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México; la información presentada abarcó del periodo del 1 de marzo de 2016 al 28 de febrero de 2017. Las cifras del trabajo realizado resaltan la disminución de 7.7% de la incidencia delictiva de alto impacto; ello significa que se cometieron dos mil 432 delitos menos en comparación con el periodo inmediato anterior.
La disminución de delitos como el robo a cuentahabiente en -27.1%; la reducción del robo a repartidor en -16.5%; o el decrecimiento del robo a bordo de microbús en -21.5%, así como el incremento de 18.8% en las detenciones, es decir, logrando detener a siete mil 414 personas más respecto al año anterior. Asimismo, la detención de más de 32 mil personas por delitos de alto impacto y la puesta a disposición ante los juzgados cívicos de más de 262 mil 524 personas son un claro ejemplo del trabajo abierto y honesto en pro de la paz pública y del combate frontal que la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México realiza para prevenir y combatir la delincuencia. Esto representa la tendencia cero, es decir, inhibir los hechos delictivos y detener a los delincuentes responsables de dichas conductas.
Concatenado a lo anterior, dimos cuenta de una institución que ha diseñado directrices que se articulan en torno a un Nuevo Modelo de Gestión Policial, el cual está integrado por cinco ejes, que se estructuran bajo el concepto de “Policía Social”, es decir, una policía que analiza y reconoce las necesidades de la sociedad, que establece la tendencia cero de delitos, que busca inhibir los hechos delictivos de alto impacto.
Ésta es una secretaría con una larga tradición e historia, en la que algunos de los secretarios que estuvieron al frente en el año de 1912, como el historiador, diplomático, ingeniero y periodista Vito Alessio Robles, nunca hubieran imaginado en la postrimería de la Revolución que esta urbe capitalina se conformaría por más de 20 millones de habitantes, visitantes y transeúntes, tal como sucede en la actualidad. Y no sólo resalta la cantidad, sino la complejidad de la sociedad en la modernidad, en la cual se da la circulación diaria de más de cinco millones de vehículos automotores.
Si bien estas cifras muestran grandes resultados, existen también percepciones y retos que nos impone la sociedad, en virtud de que ésta no desea que sólo disminuyan los delitos; lo que realmente quiere es que éstos no existan, es por ello la política de tendencia cero de buscar que el delito no se cometa.
No obstante lo anterior, también tenemos grandes retos que requieren la participación activa de toda la sociedad; estos retos son: la violencia, la portación y el uso de armas de fuego, que son factores que generan un riesgo social, en donde un delito sería la violencia intrafamiliar entre pareja o un robo en el transporte, lo cual se puede dar ante la presencia de la violencia y la portación del arma de fuego, transformando esto en un homicidio.
Para recomponer esto se necesita la cohesión social, reparar las heridas del tejido social y también lograr la madurez de nuestra gente en el conocimiento y el cumplimiento de la norma. Se trata de asimilar el espíritu y los valores que están detrás del marco normativo.
En el caso más reciente, ante el número de vehículos existentes circulando por la ciudad y la cantidad de personas que nos trasladamos diariamente por diferentes medios, la obviedad sería que impere el respeto a la normatividad del Reglamento de Tránsito, lo cual nos daría certeza de una sana convivencia y el respeto de todos en el uso del espacio público.
Sin embargo, tuvimos un caso reciente de un homicidio por hecho de tránsito, en el que un vehículo BMW se impactó mientras circulaba a exceso de velocidad sobre la Avenida Reforma, en donde perdieron la vida cuatro jóvenes, cuatro proyectos de vida, en el que su mayor error fue no buscar autoprotegerse y aplicar el sentido y el espíritu de la ley, es decir, si no hubieran manejado bajo los efectos del alcohol como lo prevé la norma, si hubieran disminuido la velocidad, si hubieran respetado los límites señalados y la semaforización, si hubieran utilizado cinturones de seguridad, si hubieran respetado el consumo de niveles de ingesta de alcohol… La fraseología popular dice que no existe el hubiera y que la construcción de pasados posibles no cambia el hecho presente.

 

 

 

Pero si al menos en la conciencia social debe prevalecer el respeto a la norma para que el hubiera no sea algo común y en nuestras conciencias exista siempre el respeto a la norma, a lo legal, entendiendo que la norma es una regla para generar un bien, salvar una vida, privilegiar el respeto de una cordial y pacífica convivencia. De ahí que para inhibir riesgos, para respetar la vida tenemos que trabajar, la sociedad y las instituciones, en generar nuevas normas y el respeto a las mismas. Aprehender las normas y aprender a existir entendiendo a la vida como el bien jurídico máximo; pidamos y sumemos la responsabilidad que tienen también los distribuidores de bebidas alcohólicas y busquemos sancionar también a quien porta un arma. Hagamos de estos hechos, casos dramáticos y de las cifras de la estadística criminal, la oportunidad de generar espacios de defensa social y garantizar la seguridad, la vida y la paz pública.
La policía, en defensa de la sociedad.