No se avizoran buenos tiempos en seguridad pública.

 

O no mejores a los actuales.

 

La peor señal es el despido de Enrique Galindo por la actuación de la Policía Federal (PF) en Nochixtlán, Oaxaca, el 19 de junio pasado y las recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

 

El mando federal –o el Presidente de la República, Enrique Peña– decidió removerlo, y de esa manera entregó la cabeza codiciada por un movimiento magisterial cada vez más voraz y violento.

 

En su lugar llegó Manelich Castilla Craviotto, ex jefe de la Gendarmería y hombre con buena fama en el gabinete de seguridad y, sobre todo, de alta confianza para el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.

 

A juzgar por el ambiente interno, en la Policía Federal no se le recibió del mismo talante.

 

No por él, sino porque sus integrantes, desde los mandos hasta los operativos, se sienten menos protegidos por el gobierno y sobre todo a expensas de opiniones externas y juicios de valoración, a veces, sin fundamentos.

 

Diferencia de trato a policías y militares

 

Si en la policía el ambiente se degradó con el cambio, en el ámbito castrense no es mejor.

 

Tienen razones.

 

Desde los tiempos de Felipe Calderón, el Ejército mostró su inconformidad por el tratamiento dado a quienes acudían a combatir a la delincuencia más peligrosa, muchas veces mejor armada y organizada.

 

El cuestionamiento era directo:

 

La Policía Federal Preventiva (PFP) en ese entonces se encontraba bajo el mando de Genaro García Luna, hoy tan prestigiado en Estados Unidos, quien viajaba en aviones especiales, se hospedaba en hoteles de cinco estrellas, comía en restaurantes de clase, cobraba salarios dignos…

 

En cambio, los soldados viajaban por carretera en camiones con sillas de madera, se instalaban en cuarteles, dormían en el suelo, comían platillos económicos y eran los primeros en la línea de batalla.

 

Y no pocas, los militares se enfrentaban a policías federales, hacían las mayores detenciones y eran perseguidos por los cárteles, como lo demostró el crimen de cuatro familiares de Melquisedet Angulo Córdova en Tabasco.

 

Fue el resultado de morir en el operativo del capo Arturo Beltrán Leyva, el Barbas o el Jefe de Jefes, en Cuernavaca.

 

Ahora a ver cuál es el resultado de desproteger más a los cuerpos de seguridad del país.

 

Esta diferencia de participación y trato no ha cambiado, aunque ahora hay mayor influencia de la Secretaría de Marina (Semar).

 

Nuevos delegados a nuevos gobiernos

 

Aquí hemos dado cuenta de cómo el presidente Enrique Peña Nieto ha ordenado mantener nuevas relaciones con los gobiernos, en especial los de Acción Nacional (PAN).

 

En consonancia con ello, el director del Infonavit, David Penchyna, ha hecho cambios en varios lugares, incluidos los mencionados arriba.

 

Renovó cuadros en Baja California, Durango, Puebla, Veracruz, Oaxaca, Chihuahua, Zacatecas, San Luis Potosí y Guerrero.

 

La instrucción simple es “mejorar, en serio y sin rollos, el servicio y la atención a los derechohabientes”.

 

El instituto tiene más de 58 millones de cuentahabientes de la economía formal y ha financiado una de cada cuatro casas en el país.