RÍO DE JANEIRO. Neymar Júnior llevaba tiempo asumiendo la condición de nuevo líder del fútbol brasileño pero la conquista de la primera medalla de oro en unos Juegos Olímpicos, en Río 2016, le atavió, además, de la condición de héroe.
El atacante del Barcelona ha logrado a sus 24 años lo que nadie en la larga historia de la ‘canarinha’ consiguió. Ser campeón olímpico, alzado en la parte alta del podio.
Maracaná contempló en encumbramiento del chico de Mogi das Cruzes, que no hizo asco alguno cuando se enfundó a su espalda el 10 de la amarilla. El dorsal de los genios, la cifra por referencia. Dejó a un lado Nayemar el 11 que luce en la azulgrana, donde en una banda se protege de la interminable repercusión del argentino Leo Messi.
Como los grandes, Neymar asumió la responsabilidad del último penalti. No falló desde los once metros. Marcó el quinto y dio el título a su país. El joven brasileño cayó al suelo y rompió a llorar. El peso de los focos había condicionado al jugador, de aspecto jovial, desenfadado, permanentemente risueño y plagado de fantasía en cada una de sus acciones.
Estalló la fiesta. Esa de la que Neymar es un miembro más, un hombre que se entrega igual a la celebración que al trabajo. Una referencia en el fútbol de Brasil. Con alma de niño, la ‘torcida’ se rindió a su nuevo héroe, al que ha sido capaz de lograr y dar a su país lo que otros no han conseguido.
Neymar, seguramente aún dañado por la final de londres 2012, en Wembley, con 21 años, prefirió asumir el liderazgo para enterrar el maleficio olímpico que hasta hoy lastraba la historia de su país. Cuatro años atrás el jugador del Barcelona, incipiente crack, que daba sus primeros pasos en el extranjero, estaba al amparo de pesos pesados como Thiago Silva o Marcelo, Oscar o Pato. Con mayor responsabilidad.
Nadie asumió más en Maracaná, un estadio magno, un símbolo afeado por la leyenda negra del ‘maracanazo’. Fue de menos a más igual que su selección. No se escondió, jugó y se divirtió.
Especialmente emergió poco antes de la media hora, en plena ebullición. Con todo el equipo bajo presión y encerrando a su adversario. Tomó la pelota el capitán, que ejerce. En una distancia idónea para su pie. En la frontal del área rival. Algo orientada a su izquierda. Ideal para su derecha. Tomó la carrerilla justa. Ejecutó con precisión. La pelota se aproximó a la escuadra, dio en el palo y entró a la red inalcanzable para el portero. Maracaná estalló.
Río 2016 descubrió la versión madura de Neymar, que optó por los Juegos Olímpicos antes que por la Copa América. Hizo bien Ney, que se escapó de un nuevo fracaso de su selección en un gran torneo.
Río 2016 hizo reconfortó a Brasil y premió a Neymar con la selección, con la que solo consiguió, hasta ahora, la Copa Confederaciones del 2013. Más sinsabores que éxitos en su paso por la selección, con la que ha cumplido más de 70 presencias con más de cuarenta goles.
Neymar, que pretende formar parte del gran grupo de elegidos que simbolizan el arte del fútbol en su país, ya tiene de qué presumir. Más que cualquiera.
El oro olímpico fue la búsqueda infructuosa de los más grandes. De sus propios ídolos. En el intento murieron hombres como Dunga, que capitaneó Los Ángeles, Batista, Mazinho, Bebeto o Romario en Seúl, o Ronaldinho.
Algunos fueron campeones del mundo. Otros de la Copa América. Alguno formó parte de la repercusión del balón de oro.. premios individuales, reconocimientos.. Nadie brilló con el oro de los Juegos, un caso aparte y un torneo negado. JMS