Atacar de manera directa todos los sitios donde se le dé cabida a la corrupción me parece más que fantástico, aunque irreal a la vez. Tener buenas intenciones no basta, tampoco declarar la guerra, ponerse bravo y reactivo ante los malos resultados olímpicos.

 

De nada sirve lanzar amenazas o advertencias si no vienen acompañadas de acciones que pasen más por la cabeza que por el estómago.

 

Alfredo Castillo es la cabeza más visible de esta caída, pero no la única a la que se le puede apuntar. Él es parte de este fracaso y debe asumir lo que le toca. Igualmente las federaciones, sus dirigentes y también los atletas. Pero mientras estas palabras sólo se convierten en deseos, cada una de las partes comienza a sacar las uñas y se prepara para una de las más viejas batallas que afecta al deporte en general: la política.

 

Lo que más duele es que a los fracasos sólo le salen culpables por todos lados, señalamientos, acusaciones, retos, dimes y diretes. Es decir, cada uno con su saco de tierra listo para ser arrojado sin importar (y dije tierra por no decir mierda, que en realidad es lo que es).

 

Si esto fuera un deporte seríamos líderes mundiales. Conade empieza a responsabilizar a federaciones o al Comité Olímpico y éstas se sacuden como pueden y reviran cuando les es posible. Y entre meses de grilla, poder, política y suciedades, se nos escapa el ciclo olímpico.

 

Por un sólo momento dejen de torear las responsabilidades y de encontrar en terceros a los responsables de sus fracasos. Asuman lo que les corresponde, que para eso les pagan, y bastante bien.

 

Si el dinero no llega a donde debe, que paguen con el rigor de la ley; si los entrenadores no hacen su trabajo de manera correcta, hay que buscar quien sí pueda; si el atleta no está a la altura de las exigencias, a buscar más, que por entusiasmo y deseos no paramos por más que los dirigentes insistan en desanimar a cualquiera que tenga buenas intenciones.

 

Si la Conade funge como agencia de viajes, como lo dice su dirigente, pues entonces que se encargue de hacer los viajes placenteros, con lo que deportivamente implica. Y no, no es la Federación Internacional de Natación con el complot; el verdadero complot está en México. Es ahí donde deben rascarle.

 

¡Qué rabia! De verdad dan pena embarrándose unos a otros. Buscando culpables fuera de sus oficinas. Si los ubican, exhíbanlos y demuestren claramente dónde están las tantísimas fallas que tienen al deporte así.

 

Pónganse a trabajar y a buscar soluciones, fundamenten sus acusaciones. Debatan en pro del deporte, no del poder.