El mundo perfecto sólo tiene cabida en nuestra mente, en nuestra capacidad de imaginar. En el futbol no es distinto. El camino a la medalla de oro obtenida hace cuatro años estuvo lejos de ser nítido; pasó por momentos críticos en su preparación así como en el torneo olímpico.

 

Los malos momentos son parte del crecimiento, aprender de los errores es parte indispensable de la madurez y así es como lo deben tomar todos y cada uno de los integrantes de la Selección Nacional.

 

Desperdiciar cuarenta y cinco minutos suele ser definitorio en el resultado final a menos que el rival sea tan débil como el que se tuvo ayer. Con equipos como Fiji es posible fallar, es posible equivocarse; es posible desconcentrarse al grado de ausentarse de la cancha un tiempo completo. Pero sólo con Fiji. La realidad indica que equipos tan flojos como éste no aparecen más en la escena olímpica donde México pretende repetir la obra de Londres. De aquí en adelante, como lo indica el espíritu olímpico, sólo se topara con rivales más rápidos, más fuertes y más altos. Así que los horrores del primer tiempo, incluido el de Talavera, deben de formar parte del análisis.

 

México tiene prohibido salir con tal grado de desconcentración. Ver por encima del hombro a los rivales nunca trae cosas buenas por más elementos a favor que se tengan. Puedes ser mejor en lo individual y en lo colectivo, puedes tener mejores argumentos técnicos, puedes estar sobrado en experiencia. En todo se puede ser mejor en el papel, pero la cancha dice cosas distintas.

 

México debe dejar de mimetizarse con sus rivales. No puede elevar sus capacidades al grado de plantarle cara a los grandes y achicarse con los débiles. No puede correr como lo hacen sus adversarios ni tocar la pelota como ellos.

 

El margen de error se va reduciendo conforme pasen los minutos y las rondas, así que el ejercicio de ayer debe dejar reflexiones muy serias de cara a los siguientes días.

 

Al final la victoria se logró de manera holgada y cómoda, pero esa clase de oportunidades no se dan dos veces en un mismo torneo. Dejemos que la fortuna trabaje a nuestro favor, pero no dependamos de ella. Dejemos los pensamientos de superioridad en el hotel de concentración, en la villa olímpica o en la maleta.

 

Corea del Sur representa un reto grandísimo. Es un equipo competitivo que, además de velocidad, posee muy buenos argumentos técnicos.

 

Fiji era el rival perfecto para obtener tres puntos e incrementar el nivel de confianza. Y lo fue porque puso en predicamentos al equipo mexicano, lo hizo pensar más, lo hizo correr más y seguramente el nivel de reflexión será distinto al de una victoria plena y cómoda.

 

Que sirva esto como lección para asumir lo que viene con mayor responsabilidad y concentración. Menos nombre y más capacidad, menos historia y más realidad.