Y finalmente llegamos a la tierra prometida del deporte veraniego; es Río de Janeiro que recibirá a miles de atletas buscando hacer su sueño realidad. Pero seríamos injustos al decir que los atletas miden sus sueños y sus aspiraciones solamente en tres metales: el oro, la plata y el bronce; no determinan el gran esfuerzo que hacen para poder estar aquí, así como el gran esfuerzo de la gente brasileña que se ha sabido sobreponer a muchísimas cosas, entre ellas los altos niveles de corrupción desde que se les adjudicó la sede el 2 de octubre de 2009, fecha que la gente en Río tampoco olvidará.

 

Evidentemente muchas historias habrán de escribirse en estos 17 días. Sin embargo, habrá tres de las que todos quieren ser testigos: el máximo ganador de medallas en la historia olímpica Michael Phelps, increíblemente considerado por algunos, entre ellos Sebastian Coe, que no es el mejor de todos los tiempos; y claro, no podríamos medir su grandeza con medallas, insisto, pero lo hecho por el estadunidense difícilmente lo veremos de nuevo.

 

Otro irrepetible es Usain Bolt, que en Río también dirá adiós y lo hará dejando marcas casi imposibles, ya no digamos de superar, sino de igualar.

 

Y la tercera historia tiene que ver con un local, y diría yo, el atleta más presionado de los Juegos, porque al final, Phelps es el que más medallas tiene. No ha habido nadie más veloz que Usain Bolt. Sin embargo, él sí que tiene altos índices de presión por no haber podido ganar nada. Porque todo lo que no sea oro en el futbol, así es considerado en este país: nada.

 

Se llama Neymar da Silva Santos Júnior, aunque usted y yo lo conocemos mejor como Neymar.

 

Él deberá ganar lo que ningún otro ilustre brasileño futbolero ganó: ni Pelé, ni Garrincha, ni Romario, ni Bebeto, ni Dunga, ni Zico ni Ronaldo o Ronaldinho: la medalla de oro de unos Juegos Olímpicos.

 

 

PAG-22-REUTERS_Neymar

 

 

Y todos los ojos y la presión están en él, incluso fue un tema de estado. No es casualidad que sea el único deportista profesional, o al menos el más conocido, que haya recibido permiso para estar, por muchos, en esta despreciada justa olímpica. Este país futbolerísimo no está para soportar otro fracaso. Con el 7-1 de Alemania hace dos años y el Maracanazo de 1950 tiene suficiente.

 

Por lo pronto los dejo, a ocho minutos de ver el ensayo de lo que promete ser la ceremonia de inauguración más espectacular en la historia olímpica.