Vaya época en la que vivimos. Hace no mucho tiempo, solía existir en el mundo del entretenimiento algo llamado periodismo (ya saben, esa profesión sacrificada y mal pagada en la que se busca publicar información de algo y que normalmente se ejerce buscando la respuesta a preguntas básicas como qué, cómo, cuándo, dónde y por qué), el cual prácticamente ha desaparecido para dar paso a vivir en un mundo de anarquía informativa, particularmente en redes sociales.

 

Cierto, al mundo del espectáculo siempre se le ha considerado como parte de las soft news, es decir, de las noticias ligeras, de esas que no tienen mayor trascendencia para la vida cotidiana y que simple y sencillamente se consumen para pasar el rato y entretener. Son algo así como la versión fast food de la información: todo mundo la consume y habla de ella, pero al final –aparentemente- no sirve para nada.

 

Sin embargo, el que tenga poca o nula trascendencia (dependiendo de quien la consuma) no significa que no deba haber reglas básicas a la hora de informar acerca de un tema determinado. Antaño existía una cierta autorregulación, ciertas reglas no escritas que dictaban que no se podía publicar algo que no hubiera sido verificado o algo (una imagen, un audio, por ejemplo) que pudiera tener un impacto emocional fuerte en la gente.

 

Pero las redes sociales, en particular, acabaron con eso. Si bien en un principio las mismas tenían una cierta autorregulación de la que hablo líneas arriba, la realidad es que en la actualidad se vive en la anarquía total. Todo pasa sin filtro a través de las redes. No importa que servicios como Facebook, Twitter o Instagram tengan sus políticas y sus “reglas”. En la práctica, todo se filtra: desde la foto inocente de una mascota haciendo monerías hasta la decapitación de varias personas por un grupo terrorista, el asesinato de un animal, la violación de una mujer o pornografía. Desde mensajes de amor entre una pareja hasta arengas xenófobas llenas de odio al que, simplemente, es diferente.

 

Miente, miente… que se volverá verdad

 

Por desgracia, Joseph Goebbels tuvo razón cuando expresó: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces, se convierte en una verdad… Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar… Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá”.

 

Todo lo anterior viene al caso por algunos ejemplos recientes de cómo cualquier cosa o “noticia” se puede convertir en tendencia (o peor aún, en “verdad”) sin importar si se trata de algo real o no. Eso no importa. Lo que importa es hablar de lo que sea y que el medio o medios que lo publiquen consigan cientos, miles o millones de likes de la manera más fácil posible. Total, si la nota resulta falsa o carece de sustento, no importa. Ahora hay que “estar en la jugada” sin importar si la credibilidad de un medio se ve afectada o no.

 

Hace unos días circuló viralmente la noticia de que el actor Macaulay Culkin, quien se hiciera famoso por las películas de Mi Pobre Angelito, había revelado que fue violado varias veces cuando era niño por Michael Jackson, que eso fue lo que lo lanzó a la drogadicción y, en consecuencia, su carrera se terminó. Se mencionaba que Culkin había expresado eso a varios medios durante una conferencia, y por supuesto, la “noticia” corrió a la velocidad de la luz: Michael Jackson violó a Macaulay Culkin.

 

De entrada, la información surgió de un medio radiofónico mexicano (que seguramente la tomó de algún lado) y la dio por cierta. Y de ahí se replicó en todos lados cual gremlin mojado y alimentado después de la medianoche. Todo mundo habló de ello. Y lo peor: casi todo mundo la dio por cierta. Más allá de si la gente lo creyó o no, el grave problema es que la nota no daba ninguna información que permitiera corroborarla. No se dijo de dónde salió originalmente la noticia, ni en qué conferencia fue o con motivo de qué. ¿Llamó Culkin a la supuesta conferencia porque ya no podía con la culpa y tenía que desenmascarar a Jackson (quien, es cierto, vivió y murió bajo las sospechas de ser pedófilo, aunque oficialmente siempre se le exoneró)?

 

Si fue una conferencia, seguramente hubo otros medios que asistieron a la misma. Sin embargo, ¿dónde están las fotos o los audios de una revelación de tal magnitud? No se trataba de un rumor o una acusación realizada por alguien desconocido, como en el caso de las decenas de mujeres que han acusado legalmente a Bill Cosby de haber abusado sexualmente de ellas. No. Se trataba de un actor famoso (Culkin) y una revelación que habría conmocionado al mundo del espectáculo.

 

 

colash Jackson

 

 

Sin embargo, nunca aparecieron ni los audios, ni los videos, ni los reportes de otros medios más especializados o serios. No hubo un solo reporte en la prensa internacional (léase estadunidense) acerca del caso. Nada. Pero la nota que todo mundo reprodujo (en particular medios latinos) aportaba, incluso, declaraciones de Culkin en las que aseguraba que no habló antes porque Jackson lo tenía amenazado, y que éste lo violó incluso en casa de sus papás. No era una noticia menor, pero en realidad parecía ser como el Chupacabras: todo mundo habla de él, pero nadie lo ha visto. Hasta el momento de escribir esta columna, siguen sin aparecer las pruebas de que Culkin haya expresado eso.

 

El poder del prejuicio

 

Otro caso, diferente, pero que demuestra cómo un prejuicio se puede hacer viral y darse por real sin estar basado en hechos, ocurrió con la nueva versión fílmica de los Ghostbusters. Cuando salió el primer tráiler de la película, miles de fans de la versión original de los años ochenta la hicieron pedazos, con comentarios como: “Mi infancia ha sido violada” o “Esa película es una porquería”. Y todo porque el filme está protagonizado por cuatro mujeres en lugar de hombres.

 

En ese momento, nadie había visto la película. Nadie. Sólo los dos o tres minutos del tráiler. Así fue condenada como lo peor que se ha hecho en el cine actual y una sarta de comentarios por el estilo que no tienen ningún sustento. Incluso varias revistas y sitios web especializados en cine publicaron artículos en los que se llegó a asegurar que sería un fracaso.

 

 

Ghostbusters

 

 

La película se estrena en Estados Unidos este fin de semana, y hasta el momento tiene 75% de índice de aprobación de la crítica en el sitio especializado Rotten Tomatoes, que incluso ya le dio su famoso “Certificado de Frescura”. Críticos de cine de medios como The New York Times han alabado su frescura y lo divertida que es la cinta, señalando que es el tipo de cine puramente de entretenimiento que hace rato no se veía.

 

¿Dónde quedó entonces la película espantosa y terrible que medio mundo decía que iba a ser? Si bien es cierto que la apreciación cinematográfica es algo completamente subjetivo, y que aún no se sabe cómo le irá económicamente al filme, sí llama la atención que no se le vea como la porquería o el fracaso que miles pronosticaban que sería.

 

En otro caso, hace un par de días la actriz Jennifer Aniston (de cuya vida personal se ha alimentado el monstruo de la prensa amarillista durante más de una década) manifestó, a través de una carta publicada por The Huffington Post, que estaba harta justamente de ese tipo de prensa, la cual siempre se ha metido en su vida privada y la ha querido embarazar o divorciar o lo que sea.

 

Aniston acusó a ese “periodismo” de provocar que las jovencitas se generen una imagen falsa de lo que es la felicidad y el éxito: tener millones de dólares, lucir un cuerpo espectacular como el de la misma Aniston o ser, simplemente, objetos y no personas. Todo porque en las redes sociales casi cualquier cosa se hace pasar por un hecho real y verídico.

 

 

Jennifer Aniston

 

 

Y así me puedo seguir con miles de ejemplos de cómo, al menos en el mundo del espectáculo, lo que menos importa es informar verazmente sino ganar la atención y tener miles de “me gusta”. ¿Y el periodismo detrás de la noticia? Bien, gracias.

 

En la película Parque Jurásico, de Steven Spielberg, uno de los personajes, Ian Malcolm, señalaba dentro de la trama que usar el poder de la genética para volver a los dinosaurios a la vida era el equivalente a un niño jugando con la pistola de su padre.

 

Y las redes sociales, en particular, parecen darle la razón. Tenerlas es fácil, pero utilizarlas de manera adecuada casi nadie lo sabe hacer, convirtiéndose en un monstruo que puede, literalmente, terminar con la carrera o la vida de cualquier persona. La verdad es lo último que importa. El anarquismo digital ha tomado el control…