Se trata de ganar, ganar y ganar, sólo de eso. El futbol a nivel de Selecciones es desde hace tiempo una prueba de resultados; las formas y los estilos son cosas secundarias que pueden adornar o reforzar el balance final, nada más.

 

En ese sentido México ha cumplido cabalmente con sus obligaciones, incluso desde que estaba Miguel Herrera dirigiendo la Copa Oro donde cabe en la memoria la imagen del Tri alzando la Copa; pero también hay espacio para recordar que fue uno de los títulos más insípidos que se han obtenido: se jugó muy mal y hubo actuaciones arbitrales verdaderamente espantosas que favorecieron al Tri, sin que esto tenga que ver con suspicacias ni muchos menos.  (Y vale la pena aclarar esto, ya que cuando las decisiones arbitrales igualmente patéticas le han afectado a México, nadie supone cosas extrañas). Errores, sólo eso.

 

Total que México sigue con paso firme en cuestión de resultados: 19 sin perder no es poca cosa, al contrario, más aún, si a ese dato le acompaña una meta imbatida en la era de Juan Carlos Osorio. Milagrosamente, con fortuna o con grandísimas actuaciones de los porteros, da igual, no recibir gol tiene mérito sin importar el ángulo por donde se analice.

 

En el último ensayo previo al debut de Copa América ante Chile, México no jugó bien, le costó trabajo estar a la altura con un equipo alternativo y fueron superados ampliamente, sobretodo en la primera parte. Ya en el complemento el equipo compitió y hasta terminó ganando sin merecerlo, pero volvemos a lo mismo, da igual siempre y cuando el número del final sea favorable, más si el adversario en turno es de peso considerable, y sin duda alguna Chile lo es.

 

El reto de verdad está en puerta: La Copa América Centenario, y bien valdría la pena establecer antes del arranque, que México no es favorito, no puede serlo cuando por el mismo trofeo compiten Brasil y Argentina, cuadros ante los que nunca, sin importar las condiciones, nunca se parte como favorito; ante los demás como Paraguay, Chile, Uruguay, casi siempre habrá paridad en el pronóstico.

 

De tal forma que la exigencia no puede ser el título, que México tenga elementos para competir dignamente y nadie descarta que incluso pudiera ganar el torneo, es diferente a decir que es favorito por el hecho de jugar prácticamente en casa.

 

Las expectativas deben de ir en función de dos cosas: el estado futbolístico y anímico del equipo, así como los rivales con los que te toca enfrentarte; y volviendo a la reflexión anterior, casi nadie es favorito cuando se enfrenta a Brasil o Argentina, y México por ahora, no pertenece a ese selecto y pequeño grupo.

 

Ganar y jugar bien; convencer; qué bonito se oye y qué fácil se escribe, los tiempos actuales nos indican que ganando es suficiente estemos o no de acuerdo, nos llene o no nos llene el ojo, o como bien dijeran en el Atlante: nos cuadre o no nos cuadre, aunque un buen entrenador no debería dejar nunca de lado que al resultado hay cosas que se le pueden y deben abonar, y es precisamente intentar jugar bien al futbol independientemente de los gustos de cada quien, o qué, ¿Me van a decir que preferimos seguir acumulado derrotas honrosas e injustas por encima de victorias independientemente de las formas empleadas para conseguirlas? Yo honestamente prefiero el mentado quinto partido por encima de cualquier filosofía. ¿Usted?