Guadalajara vive como no lo había hecho hace tiempo: una etapa de tranquilidad, de estabilidad, de armonía, de resultados positivos, vive como debe vivir siempre: como un equipo que asume el rol protagónico que su historia le demanda y con un futbol que lo identifique sin importar el estilo, pero al menos sepamos a que le apuesta.

 

Vive bajo un cielo azul, extraño verlo por aquellos rumbos acostumbrados a los nubarrones y a las tormentas. A Chivas le había llovido sobre mojado.

 

Y Jorge Vergara no pierde el tiempo para volver a ser…Jorge Vergara. El de las promesas, el de la alegría, el de los maravillosos planes a futuro, el visionario y el ser que solo tiene cabeza para pensar de manera positiva. Y en ese mar de emociones por el que navega en la actualidad se deja llevar hasta el grado de querer convertir a su entrenador en un histórico del equipo tal y como lo fue sir Alex Ferguson para Manchester United: “La idea es que se convierta (Almeyda) en el Ferguson de Chivas”, y por qué no, se vale soñar, pero para que eso suceda se deben combinar un montón de factores que por hoy están muy lejos de los rumbos del futbol mexicano, ese mismo que no conoce de proyectos a largo plazo, ese mismo que cambia radicalmente su manera de pensar y actuar, ese mismo al que solo le importan los resultados inmediatos, ese mismo en el que el entrenador o en su defecto el directivo no son quienes eligen a los jugadores única y exclusivamente por razones deportivas; ese mismo en donde importa más el “solo por hoy” que una meta futura que implique un presente difícil; ese mismo que posee una estructura diametralmente opuesta a la utilizada para fomentar la figura de un hombre como Ferguson, que dicho sea de paso, es único e irrepetible.

 

Para intentar algo así se requieren demasiadas cosas, pero principalmente paciencia, esa misma de la que ha carecido el mismo Jorge Vergara durante anos.

 

Puedo entender que el mismo Vergara y muchos aficionados del Guadalajara hayan hecho de estas últimas jornadas una etapa victoriosa, pero eso mismo nos lleva a la simple reflexión que nos indica que los tiempos fueron tan malos y las crisis tan profundas y pronunciadas, que seis jornadas bastan para aliviar, y si, en efecto, alivian, pero no curan, los males de Chivas se curan con rachas prolongadas, con estabilidad duradera, con temporadas exitosas no solo jornadas. Se cura con títulos, con trofeos, no con calificaciones a la Liguilla.

 

Y no pretendo desacreditar lo que ha hecho Matías Almeyda ya que muchos pensamos no terminaría la campana más allá de los orines de aquellos dinosaurios que decía su entrenador hacían acto de presencia; de verdad no desmerece el levantón anímico y futbolístico del equipo, pero que tan enfermo estaba Chivas que con seis o siete jornadas bastan para sentirse mejor.

 

La estabilidad encontrada por el Rebaño debe ser tomada como el inicio de la cura y sólo eso. Guadalajara construyó su historia con éxitos prolongados, con trofeos, con proezas, con jugadores que lograron hacerse icónicos, con triunfos repetidos, con temporadas dignas de memoria, no con algunas fechas.

 

El deseo es que se mantenga así porque la presencia de Chivas es requisito indispensable en el futbol mexicano, pero un Chivas fuerte, saludable, vigoroso, uno que se parezca más al de las últimas jornadas, no al de los más recientes años.