WASHINGTON.  El centro que dirige la hermana Norma Pimentel en McAllen (Texas) ha acogido en el último año y medio a más de 23 mil inmigrantes, sobre todo centroamericanos, que cruzaron clandestinamente la frontera sur de Estados Unidos y cuyo “derecho” a “huir de la violencia” defiende la religiosa católica.

 

“Estas personas llegan huyendo de la violencia, tienen miedo más que nada por sus hijos, que no tienen la oportunidad de ir a la escuela, de (tener) una vida normal. Huyen esperando encontrar esto en Estados Unidos”, dijo Pimentel en una entrevista con Efe en Washington, a donde acudió para ser homenajeada por su labor.

 

“Tienen todo el derecho, como cualquier ser humano, de buscar un lugar donde puedan crecer sanos y seguros“, añadió la religiosa, que dirige el centro de Caridades Católicas de McAllen.

 

El Consejo Nacional de La Raza (NCLR, por sus siglas en inglés), la mayor organización de defensa de los derechos civiles de los hispanos en EU, otorgó a Pimentel el galardón al Mayor Servicio Público, en una ceremonia que se celebró este miércoles.

 

De las miles de personas que han llegado a su centro de acogida, Pimentel señaló que la mayoría proceden de Guatemala, El Salvador y Honduras.

 

Estos tres países constituyen el llamado Triángulo Norte centroamericano, considerado una de las zonas más violentas del mundo debido al narcotráfico, las pandillas y la debilidad de las instituciones estatales, según los organismos humanitarios.

 

La religiosa, que se ha convertido en una pieza clave en el Valle de Río Grande, fronterizo con México, resume su trabajo como “dar la bienvenida a seres humanos que de hecho se merecen un trato mejor”.

 

Sin embargo, atribuyó el mérito del premio a todo el equipo de la Iglesia del Sagrado Corazón de McAllen, que en agosto de 2014 montó un refugio temporal ante la oleada de miles de adultos y menores indocumentados que cruzaban la frontera.

 

“Son familias, mamás con sus bebés, que llegan al país en una condición muy triste; están sucios, no se han bañado en mucho tiempo, llenos de lodo, necesitan atención”, describe la monja.

 

Lo primero que hacen en el Centro de Caridad es decirles que quieren ayudarles, ya que llegan “asustados”, relata.

 

Lo que al principio era un puñado de tiendas de campaña recibe ahora el nombre de Centro de Alivio Humanitario y es donde los voluntarios tratan de cubrir las necesidades de los recién llegados.

 

“Les damos de comer, les ayudamos para que puedan bañarse, cambiarse de ropa, les damos la oportunidad hablar con su familia” y se les presta servicio médico y se les provee de medicinas en caso de que las necesiten, todo gracias a donaciones, enumeró Pimentel.

 

A continuación, el Centro de Caridad les proporciona refugio, mediante unos cupones que las familias pueden validar en establecimientos hoteleros de la zona, para pasar unas pocas noches y descansar antes de continuar viaje.

 

Para la directora del centro, se trata de “darles la oportunidad de restaurar su dignidad, para que se sientan como personas otra vez”.

 

Pero el centro está concebido para prestar “ayuda inmediata para que continúen su viaje”, ya que no disponen de medios para alojar mucho tiempo a tal cantidad de gente y los inmigrantes “tampoco quieren quedarse, quieren viajar hacia el norte del país, a veces a reunirse con su familia”, explicó Pimentel.

 

“Les llevamos de nuevo al autobús para que puedan seguir su viaje hacia el norte”, narra Pimentel, en lo que será la continuación de su travesía en la clandestinidad.

 

“Merecen la oportunidad de que se escuche su caso y vean si de hecho tienen la oportunidad de estar aquí”, dijo Pimentel, ya que los inmigrantes, a veces menores, no siempre cuentan con representación legal ante los tribunales que deciden si se les concede el estatus de protección temporal (TPS, en sus siglas en inglés).

 

En el año fiscal 2014, cuando se produjo una crisis humanitaria a causa de la llegada masiva de inmigrantes centroamericanos, las autoridades estadounidenses detuvieron 68 mil 541 niños no acompañados en la frontera con México, cifra que se redujo a 39 mil 970 menores en el siguiente ejercicio fiscal, según cifras oficiales.

 

El servicio de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) ha detectado un nuevo repunte en la llegada de indocumentados, con 23 mil 553 menores solos que han cruzado la frontera en los primeros cinco meses del año fiscal 2016, lo que representa un incremento del 84 % comparado con el mismo periodo del año anterior.