Cada uno de nosotros tiene una manera distinta de ver las cosas, diferentes perspectivas. Dependiendo del lugar donde nos encontremos es que tenemos una visión y una percepción determinada, es decir, el mismo fenómeno puede ser apreciado desde diferentes lugares y la percepción de cada observador es totalmente distinta, y no por ello menos válida una que otra. Por ejemplo, para esquematizar lo que estamos diciendo sucede que cuando los hermanos describen la relación personal de cada uno de ellos con su padre o madre (cuyo padre es el mismo) la percepción y la forma en que vivieron esa relación individual es diferente, y puede ser diametralmente opuesta dependiendo de las circunstancias y experiencias de vida que cada uno vivió a partir de esa personal convivencia con su progenitor, del tipo de relación que cada uno desarrollo con él.

 

En definitiva, esta relación y la percepción de la misma siempre será totalmente personal y única, de ahí que cada uno de nosotros tengamos una experiencia y una forma de ver y vivir la vida especial, única, la cual nos puede condicionar para actuar de formas por demás diversas.

 

Esta percepción personal y forma de relacionarnos con nuestros padres y madres  nos influye en nuestra manera de ser y de funcionar en la vida. Aun habiendo compartido a los mismos padres con nuestros hermanos, la experiencia de vida con ellos es siempre personal e individual, somos seres únicos y totalmente diferentes; y es esto lo que creo nos enriquece como sociedad, ya que todas las visiones, percepciones y formas de ver la vida son válidas, estemos o no de acuerdo con ellas, eso es otra cosa. La tolerancia está en aceptar la diferencia.

 

Percibir el mundo de maneras distintas no nos aleja unos de otros como muchos pueden creer, sino que complementa la información que tenemos y puede ampliar la visión y las alternativas de vivir la vida.

 

Si estamos abiertos a escuchar la percepción del otro, tenemos la oportunidad de abrirnos a nuevas formas de entender al mundo y sus circunstancias, desde diferentes planos, lo que amplía los horizontes y opciones para tomar decisiones y caminos en la vida. Desde esta perspectiva, todo suma y termina unificando la posibilidad de ver los diferentes puntos de vista y complementando para obtener una visión más general, alimentada por la variedad de actores participantes del evento o la circunstancia de vida.

 

Desde esta perspectiva, todas las visiones son válidas aun cuando no compartamos el punto de vista del otro, su opinión nos ofrece otro punto de referencia más que amplía el que teníamos anteriormente. Abrirnos a esta posibilidad permite tender puentes de comunicación y entendimiento del ser humano; en vez de alejar, une y permite la confluencia de las diferentes formas de ver la vida y el mundo.

 

De esta manera, tal vez se pueda llegar a un momento en el que el entender al otro me permita acercarme al ser humano que él es, al igual que yo, y a aceptar que tiene un lugar en el mundo distinto al mío, pero sigue siendo humano y con necesidades tal vez iguales o semejantes a las mías. Desde esta ampliación de percepción puedo entender al otro, así como darme cuenta de sus necesidades y sentimientos, puedo ser empático y tal vez hasta compasivo con él, si acepto que su visión es distinta a la mía y acepto que se vale que así sea.