En la gloria del Señor todos somos iguales, pero en el reino de los hombres algunos lo son más  que otros. Esto pasó en la visita del papa Francisco a Ecatepec: para acudir a este evento hubo feligreses que caminaron más de ocho kilómetros y durmieron a la intemperie sin comida, agua, ni baño para ver al pontífice; pero también hubo invitados VIP que llegaron frescos (a las 07:00 de la mañana) y se sentaron hasta adelante.

 

En la parte frontal del predio se construyó un escenario de más de 50 metros de largo, específicamente para que el líder de la Iglesia Católica oficiara misa, al centro una cruz gigantesca y a los costados, un tapete artesanal de aserrín y arena pintada, similar al que fue colocado para recibirlo en la Basílica de Guadalupe.

 

Frente al altar se colocó sillería para los invitados especiales, quienes fueron recibidos en alfombra verde y por una entrada distinta a las 07:00 de la mañana (antes de que se cerraran los accesos a la zona); a ellos les entregaron una bolsa de papel serigrafiada con los escudos de la Diócesis de Ecatepec con galletas y agua.

 

El lugar

 

El predio de El Caracol – a un costado del Centro de Estudios Superiores de Ecatepec- es un llano de 45 hectáreas donde la madrugada del domingo las rachas de viento corrieron a una velocidad de cinco kilómetros por hora.

 

No hubo una sola estructura que se interpusiera entre el aire y las más de 320 mil personas -de acuerdo con el último dato de la Secretaría de Seguridad Ciudadana del Estado de México- que pernoctaron ahí para esperar la llegada del papa Francisco.

 

De acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), la temperatura mínima que se alcanzó este domingo en el municipio de Ecatepec fue de cero grados centígrados. A las siete de la mañana, sus efectos se notaban: familias completas cargadas con cobijas y cobertores, gorros, chamarras y que vestían pantalones dobles o camisas sencillas, dormitaban sobre el piso cubierto de gravilla y tierra.

 

La noche anterior caminaron entre cuatro y ocho kilómetros sobre la Avenida Central y la calle Insurgentes -dependiendo de dónde los dejara su autobús- y esperaron pacientemente a que a las 12:01 del domingo se abrieran los accesos a “El Caracol” para buscar lugar. Hubo quienes se formaron desde las 11:00 de la mañana del sábado.

 

Igual peregrinaron los adultos sanos, que niños, ancianos y personas con discapacidad y sus cuidadores, quienes empujaban sillas de ruedas. Dentro no hubo consideración ni un lugar especial pensado para ellos.

 

Miguel Ángel García Molina (45) originario del municipio de Ecatepec pasó la noche en “El Caracol” con su tío Lorenzo Molina (87); aunque encontraron lugar a menos de 30 metros del escenario principal donde se colocó el altar para que oficiara misa el Papa, alrededor de las 08:00 de la mañana tuvieron que ser retirados porque estaban en tarima reservada.

 

Fueron sometidos a una revisión exhaustiva: los organizadores y la seguridad del evento, manejada por la diócesis de Ecatepec, les quitaron desodorantes, cremas para manos, y cualquier artefacto que pudiera ser utilizado como proyectil para interrumpir el discurso del Papa.

 

Como el gobierno estatal prometió que habría comida y agua para todos los asistentes, en esta revisión los obligaron a vaciar sus botellas de agua y se las cambiaron por bolsas que contenían el equivalente a un vaso; para quien alcanzó, también hubo un paquete de galletas y otro de cacahuates; algunos recibieron un almuerzo que tenía un jugo y una torta.

 

La gente viajó de todo el país para participar en la homilía, había personas de Morelos, Puebla, Tamaulipas, Veracruz, Coahuila, Zacatecas, Jalisco y la Ciudad de México (entre otros). A pesar de las incomodidades estaban contentos: con las porras, rezos y canciones se les olvidaba el cansancio, el frío, el hambre y la sed.

 

Sin embargo, al filo de las 10:00 de la mañana la emoción y la tranquilidad espiritual por ver al Papa se vio opacada por la más terrenal de las necesidades humanas: la de ir al baño. El problema es que las casetas sanitarias fueron colocadas en los extremos del llano, por lo cual las personas que se salían se arriesgaban a perder sus lugares o a no poder pasar de nuevo porque el predio estaba dividido en zonas y se restringieron las salidas y entradas a las mismas.

 

Manuel Reyes y Juana Basurto, originarios de Zumpango, Estado de México, casados desde hace 15 años, juran que el alumbramiento de su hijo Diego Manuel (13) fue un milagro que deben al fallecido papa Juan Pablo II, porque ella tenía preeclampsia y en el IMSS no la atendían. Para ellos, su fe en la figura del Papa radica en que lo ven como al mensajero de Jesucristo en la Tierra y por eso lo escuchan.

 

Es una tradición que es de mi familia, que nos enseñaron nuestros padres, es en lo que nosotros creemos y tenemos fe”.

 

Poco antes de las 11:40 de la mañana de su segundo día de actividades oficiales en el país, el Papa llegó a “El Caracol” a bordo de su helicóptero. La cercanía de Francisco encendió los ánimos y desde dentro, los fieles empezaron a organizar “olas” y gritar porras. Cabe destacar que varias personas tuvieron que ser atendidas por los servicios de emergencia debido a insolación y deshidratación.

 

Conocido por su personalidad poco predecible, minutos antes de su llegada se dio a conocer que cambiaría su agenda para incluir un recorrido por algunas calles de Ecatepec, antes de su comida privada en el Seminario Conciliar.