España ha entrado en la dinámica política de la pirinola en la que todos pierden. No hay ganadores.

 

Malas noticias para Mariano Rajoy. El proceso independentista catalán se desconectó con la imposibilidad de que Artur Mas fuera investido presidente con el apoyo de la Candidatura de Unidad Popular (CUP). Rajoy se ha quedado sin el único activo discursivo con el que podría haber convencido al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) para formar una gran alianza que le diera a él, a Rajoy, la presidencia de España: la unidad de la nación. Recordemos que los resultados de las elecciones generales del pasado 20 de diciembre dejaron al Partido Popular (PP) dependiendo del PSOE, al no contar con la mayoría absoluta en el Congreso.

 

Malas noticias para Artur Mas. El todavía presidente de Cataluña reventó la alianza histórica de su partido Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) con el partido Unió Democràtica de Catalunya (UDC) en el momento de aliarse con los independentistas de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). La euforia independentista les otorgó las pasadas elecciones de septiembre poco más de 47% de los votos. Al no haber conseguido mayoría absoluta, Artur Mas colocó su futuro en las manos de la CUP. Un partido anticapitalista y antieuropeísta pero independentista. Requería de seis de los 10 escaños que obtuvo la CUP en las elecciones (62 obtuvo Junts pel Sí, la alianza independentista conformada por CDC y ERC). Con 68 escaños a su favor, Artur Mas hubiera sido investido. El futuro de Mas está cada vez más cerca del retiro.

 

Malas noticias para Susana Díaz. “La unidad de España” fue hasta el viernes pasado el discurso autopromocional de Susana Díaz, la presidenta de la comunidad de Andalucía (del PSOE), y una de las principales promotoras para desbancar a Pedro Sánchez como número uno del partido, para entonces, ahora sí, convertirse en la candidata a la presidencia. Sánchez desea repetir su candidatura en el escenario de unas nuevas elecciones generales, cada vez más probables, pero los directivos del partido están divididos, en especial Susana Díaz.

 

Malas noticias para Pedro Sánchez, el candidato del PSOE sufre un proceso súbito de debilitamiento no sólo por los peores resultados en la historia del PSOE (90 escaños) sino precisamente, por las divisiones de su partido.

 

Malas noticias para Albert Rivera, el candidato de Ciudadanos. Sus 40 escaños son pocos respecto a las expectativas que revelaban las encuestas pocas semanas antes de las votaciones. Sin poder de negociación, Ciudadanos se ha convertido en la segunda versión del PP.

 

El tema que fisuró al establishment español es la corrupción (del PP y PSOE). La mayoría de los españoles comprendieron que el caso de Rodrigo Rato es el emblema de una época que tiene que terminar. Rato fue vicepresidente de José María Aznar (PP) y presidente ejecutivo del FMI. Rajoy lo nombró presidente de Caja Madrid y posteriormente ocupó la presidencia de Bankia (un conglomerado de cajas financieras, incluida Caja Madrid). Rato no declaró ante Hacienda 7.5 millones de euros que tenía en paraísos fiscales, y como presidente de Bankia permitió que la cúpula de directivos tuviera una tarjeta de débito cargada con dinero negro. Mientras que entre los políticos del PSOE y PP se señalaban como corruptos, el partido Podemos nació bajo el legado de los Indignados. El grupo social que protestó frente a la crisis hipotecaria.

 

El escenario español era más que previsible desde cuatro años atrás. Por ejemplo, Rajoy no quiso acordar con los catalanes una reforma constitucional. Cuatro años después tenemos a una Cataluña inestable. Algo más grave: Rajoy nunca aceptó sus vínculos de corrupción con el caso de “los papeles de Bárcenas” (financiación al PP con dinero proveniente de constructoras y de acuerdo con el periódico El Mundo, Rajoy también recibía dinero en sobres que nunca declaró ante Hacienda).

 

La pirinola dice: Todos pierden.