El nuevo dirigente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Juan Pablo Castañón, se presentó ante el Presidente de la República como un manso corderito dispuesto a mantener el diálogo constructivo con el gobierno.

 

Sin embargo, en su discurso de toma de posesión empezó a mostrar el cobre. Arrancó diciendo que en la primera mitad de la actual administración, los empresarios agrupados en el CCE han construido con el gobierno federal una relación de diálogo, lo que podría desmentir Gerardo Gutiérrez Candiani, quien en los tres años que estuvo al frente de los “cupuleros” nunca fue tomado en cuenta para las decisiones importantes, como la reforma fiscal.

 

Después llamó a un nuevo paradigma en la relación del Estado con la empresa, en el que el trabajo conjunto se funde en el reconocimiento del rol social de la empresa. A los observadores políticos este llamado les pareció un reclamo porque en los tres primeros años de este gobierno los ningunearon en los temas relevantes.

 

PAG-19-2_ROBERTO-HERNANDEZ_Juan-Pablo-CastañónCastañón propuso al Presidente impulsar una agenda de desarrollo para las empresas en tres dimensiones: En primer lugar, que trabajemos para generar un marco normativo que se adapte al tamaño de cada centro productivo, y que sea más sencillo, de manera que se reduzcan al mínimo necesario los trámites y requisitos exigibles, para que el empresario destine más tiempo a hacer crecer su empresa. ¡Queremos trabajar, crear, crecer y no perdernos en el burocratismo!, exclamó Castañón.

 

Y después le tiró una pedrada al secretario de Hacienda: Sigamos avanzando en una reforma hacendaria que nos permita garantizar el empleo y la inversión, que contemple programas de incentivos y simplificación, y que facilite la regularización de las empresas que aún están en la informalidad.

 

Pues esos avances no los van a ver en este sexenio, podría responderles Luis Videgaray.

 

Como segunda dimensión, Castañón expuso que los empresarios requieren mayor acceso al capital y a incentivos para la inversión; financiamiento competitivo para la reconversión industrial y comercial; apoyos que faciliten la inversión de largo plazo y la modernización de empresas. Y soltó otra pedrada: Es indispensable que todos aquellos contratos de suministro, tanto al gobierno federal como a los locales, sean garantizados y agilizados en su pago. Los retrasos e incumplimientos no sólo ponen en riesgo financiero a miles de empresas. Ponen en peligro millones de empleos para las familias mexicanas.

 

A ver, a ver. Casi a diario escuchamos el “cacareo” de los funcionarios del gobierno y de los banqueros  públicos y privados de “más crédito y más barato”; de apoyos para la inversión y la modernización de las empresas. ¿Y ahora resulta que los “cupuleros” ponen en tela de juicio todas esas cosas bonitas? Y sobre el retraso e incumplimiento en los pagos de los gobiernos federal y estatal a los proveedores, habrá que buscar al responsable.

 

Casi al final de su discurso, Castañón le subió de tono al reclamo. “Por último, señor Presidente, para que las empresas florezcan y para que las personas nos desarrollemos, necesitamos un entorno de confianza y certeza. Confianza entre nosotros mismos, en nuestras instituciones; en el respeto a la ley y sus consecuencias. A la par, es crucial que se termine de diseñar y llevar en la práctica el nuevo Sistema Nacional Anticorrupción, con leyes justas, claras y de cumplimiento efectivo. Debemos ir más a fondo en el entorno de transparencia y rendición de cuentas que hoy nos exige la sociedad. Necesitamos un marco de orden, con plena cultura de la legalidad, donde los ciudadanos tengamos garantizada nuestra seguridad física y nuestro patrimonio. Pero mucho más allá, que tengamos garantizada nuestra convivencia, en nuestras calles, en nuestras plazas, porque son nuestras. Porque sin justicia, sin leyes que se cumplan y sin combate frontal a la corrupción y la impunidad, nada de todo lo anterior será suficiente para la construcción de la Patria que anhelamos”.

 

Ese corderito se puede convertir en lobo, advierten los observadores.