Pues sí, otra vez se revisó a la baja la expectativa de crecimiento de la economía mexicana. De hecho, no ha habido un solo trimestre en todo el sexenio en que no se haya tenido que corregir el pronóstico de aumento del Producto Interno Bruto (PIB).

 

Los motivos han sido variados, desde la cancelación del ejercicio del gasto público en 2013, los efectos de la reforma fiscal en vigor desde inicios de 2014, hasta la crisis de producción petrolera en la que está inmerso este país.

 

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No hay duda que el entorno internacional no ha ayudado mucho para el mejor desempeño de la economía mexicana. Sin embargo, hay muchas decisiones internas que al final han resultado contraproducentes para crecer.

 

El desánimo y la incredulidad sociales no ayudan a cambiar por ahora la suerte del comportamiento económico. Estamos, como decía la abuela, mal y de malas.

 

El crecimiento del PIB de 2.2% anualizado durante el segundo trimestre del año obligó a revisar, otra vez, a la baja la estimación de la Secretaría de Hacienda, que de hecho ya había migrado a los pronósticos de banda ante lo constante de sus correcciones a la baja.

 

El 2.4% promedio de la banda ancha del gobierno federal es un dato optimista para la estimación promedio del Banco de México de 2.1%, pero por arriba de la media de las expectativas de los analistas de la encuesta del banco central que van en 2.55%.

 

En medio de todo esto, si tenemos un poco de buena voluntad y deseos de ver un pequeño brote verde en medio de la quemazón, ahí están el sector servicios y el comportamiento económico de junio.

 

No se puede perder de vista que este país que fue una estrella petrolera hoy enfrenta las consecuencias de dormir en esos laureles, es un gran pendiente de este país el dejar de depender de los ingresos petroleros.

 

Las actividades agropecuarias son volátiles por naturaleza, la agricultura en México es mayoritariamente de temporal y por lo tanto es tan incierta como una lluvia. Además de que su peso en el tamaño del PIB es marginal.

 

Las manufacturas de exportación dependen casi en su totalidad del mercado de EU, sus alzas y sus bajas. Así que por ahora están en ese mismo impasse en el que está la actividad industrial estadunidense.

 

Pero hay evidencias de que la economía interna está sacando la cara por este país. El sector terciario tuvo un incremento de 3.1% anualizado durante el segundo trimestre del año.

 

Además, la nobleza de la economía interna ha permitido una recuperación que aunque incipiente no se ha acompañado de inflación, ya que hasta la primera quincena de este mes de agosto está en el nivel mínimo histórico de 2.64% anual.

 

El segundo brote verde en medio de la sequía se da con el Indicador Global de la Actividad Económica de junio pasado, que creció 0.3% durante ese mes de referencia. Si lo medimos como los gringos tenemos un crecimiento anualizado de 3.6%, lo que ya es otra cara en comparación con los meses anteriores.

 

Y otra vez, el sector servicios destacó con un crecimiento de 0.5%, que contrasta favorablemente con el apenas 0.2% de las actividades secundarias. Mientras que a la caía de 7.8% del sector primario hay que tomarlo como el indicador volátil que es.

 

Hay muchos datos negativos, el pesimismo hoy está mejor informado que nunca, pero no hay que regatearle las virtudes a dos pequeños brotes verdes de la economía, porque al final si le va mal a la economía nos va mal a todos.