A Pablo Picasso se le atribuye la frase de “los grandes artistas copian, los genios roban”, y esto viene a colación porque una de las más fuertes e injustas críticas que se llevó en vida el compositor fílmico James Horner fue justamente esa: que solía reciclar elementos de sus trabajos previos y robar estructuras de compositores clásicos para incorporarlos a su obra, lo que lo hacía poco original y sin autenticidad. Nada más alejado de la realidad.

 

JAMES HORNER 3

 

La prematura muerte de Horner, a los 61 años y como consecuencia de un accidente aéreo, ha vuelto a levantar cierta polémica en cuanto a la falta de “seriedad” con la que han sido tratados los compositores para el cine, cuya obra suele ser considerada “menor” y “popular”, a pesar de que a lo largo de la historia del Séptimo Arte han desfilado compositores del calibre de Bernard Herrmann, Elmer Bernstein, Maurice Jarre, Alfred Newman, Ennio Morricone, John Barry, John Williams o Howard Shore, por sólo mencionar un puñado.

 

El año pasado, el director del legendario Royal Albert Hall de Londres, Jasper Hope, expresó que “trabajos como los scores de El Padrino, Titanic, Gladiador o Star Wars deben ser reconocidos como música clásica seria. Son similares a lo que se escribía para una ópera o un ballet hace 200 o 300 años. En mi opinión, muchos de los scores se encuentran dentro de la mejor música clásica jamás compuesta”.

 

James Horner pertenece a ese grupo. Curiosamente, tras su muerte se han publicado infinidad de artículos en los que –ahora sí- es considerado como uno de los grandes compositores de Hollywood, reconocimiento que debió haber recibido en vida, sobre todo porque era de esos músicos que, como bien decía Billy Wilder, hacía obvias las sutilezas, pues su obra funcionaba tanto para la narrativa del filme como de manera aislada, apelando siempre a la emoción del espectador y convirtiéndose en un personaje más dentro de la película.

 

Su versatilidad quedó más que demostrada en partituras de ciencia ficción (Star Trek II, Cocoon, Aliens, The Rocketeer, Avatar), acción (Patriot Games, The Mask of Zorro, The Amazing Spider-Man), épicas (Glory, Braveheart), dramáticas (The Name of the Rose, The New World, Titanic, Apollo 13, A Beautiful Mind) o románticas (Field of Dreams, Legends of the Fall), siempre dejando en las mismas su característico estilo emocional, con un elegante uso de las cuerdas, su evocativo piano, sus etéreos coros y, cuando la ocasión lo ameritaba, de instrumentos y sonidos electrónicos, celtas o de otras culturas.

 

“Creo que está a la altura de John Williams y Hans Zimmer, firmemente plantado en la parte más alta del firmamento de los grandes maestros actuales”, señaló James Cameron, con quien sólo trabajó en tres ocasiones, dejando para la posteridad el soundtrack más vendido de la historia en una de ellas, Titanic.

 

La muerte de Horner deja un vacío difícil de llenar, pues pocos como él lograron capturar y emocionar a millones gracias al poder de la música.

 

“Mi trabajo es asegurarme que cada etapa del filme sea algo que la audiencia pueda sentir con el corazón. Cuando muere un personaje, cuando alguien gana, cuando alguien pierde… en todo momento, trato de interpretar con música lo que el corazón siente. Ese es mi trabajo principal”, comentó el compositor en 2009. Misión cumplida, señor Horner. Lo logró con creces.