El sistema lo es todo, vaya si lo sabrá Óscar Tabárez. Por eso Argentina ayer no acudió a la chistera, pero sí al músculo para vencer a Uruguay en el estadio La Portada en La Serena, aunque sufrió sobre el final, cuando los charrúas, desesperados por empatar, se toparon con que Romero decretaría soberana la ventaja de 1-0 conseguida por Agüero.

 

Argentina es magia, Uruguay un mazo. No es fácil neutralizar a un equipo donde juega un semidiós futbolístico con el 10 en la espalda, pero la selección charrúa las ha tenido peores, no por nada es el actual campeón, no por nada echó de la pasada Copa América en su propia casa a Argentina.

 

Más si en el medio campo hay un par de escudos todo terreno: Álvaro González y Egidio Arévalo muerden, marcan, cubren, aprietan, y el genio argentino lo reciente. Quizá por esa razón Messi se pasó el primer lapso flotando, demasiado confiado en que una jugada le bastaba, aunque el reloj de dijera que ante Uruguay hay que esperar poco más que un descuido de un equipo acostumbrado a nunca dejar de marcar.

 

Es la naturaleza uruguaya y su técnico, Tabárez, tiene el verbo suficiente para que sus once jueguen igual. Sino, nada más ver la labor de Cavani, un depredador del área en el PSG francés, pero con la capacidad suficiente para convertirse en el más fiel obrero sin problema para corretear argentinos.

 

Uruguay se siente cómodo cuando otorga tres cuartos de terreno. Deja que Argentina lleve el balón a lo ancho del campo y espera, marca a distancia y va apretando cual prensa, poco a poquito, conforme los albicelestes se acercan al semicírculo del área grande.

 

Así se fue el primer tiempo, con Argentina chocando contra los zagueros uruguayos, y aun así tuvieron algún chispazo. Un toque de Messi, un cabezazo de Agüero y en el fondo, enorme: Muslera.

 

Por eso el mérito para Argentina es total. Chocar y chocar y chocar ante un grupo de defensores de cuchillo entre los dientes desgasta al más guapo. De ahí que no fuera extraño que el gol no fuera obra de los tachones mágicos del 10 argentino; no, ante Uruguay el gol tenía que costar al menos un hombro, y fue lo que le costó a Agüero (duro golpe en el choque), luego de meter la cabeza al servicio de Zavaleta para el triunfo albiceleste.