Vivimos en una época en la que ser “famoso por nada” deja grandes dividendos. A pesar de que no es algo nuevo, durante la última semana, la noticia de la revelación del ex atleta Bruce Jenner como una persona transgénero y su ahora famosa portada para Vanity Fair, lo han convertido en la persona más mediática del planeta… y en un negocio redondo.

 

El concepto de ser “famoso por ser famoso” o “famoso por nada” no es nuevo. A principios de los años 60, el historiador Daniel Boorstin acuñó el término en su libro The Image: A Guide to Pseudo-events in America (1961), en el que describía a una celebridad como “una persona que es conocida por su fama” y señalaba que la sociedad de ese entonces vivía llena de “pseudo-eventos”, a los que detalla como hechos dramatizados en base a un guión para vender una ilusión, una versión falsa de hechos reales.

 

columna kardashians

 

La mejor representación de esto en años recientes, en que Twitter o Facebook son capaces de crear celebridades “de la nada”, han sido las socialités. Desde Paris Hilton hasta Nicole Richie (claro, sin olvidar que éstas tienen su antecedente en Zsa Zsa Gabor, quizá la más famosa de las socialités del Hollywood de antaño), estas famosas, ricas y superficiales celebridades han acaparado la atención no por su talento, sino por, irónicamente, no hacer nada.

 

Sin embargo, esas “pseudo-personalidades” se han convertido en una máquina de hacer dinero y el más claro ejemplo de ello es la familia Kardashian/Jenner. Bruce/Caitlyn Jenner fue famoso por haber sido un héroe deportivo, pero no fue sino hasta hace una década, cuando apareció en el reality Keeping Up With The Kardashians, que salió de la oscuridad y empezó a dar de qué hablar. Su matrimonio con Kris Kardashian (ex esposa del abogado Robert Kardashian, famoso por haber defendido a O. J. Simpson en su juicio por asesinato y con quien tuvo cuatro hijos: Kourtney, Kim, Khloé y Rob) dio como resultado dos hijas, Kendall y Kylie Jenner… y muchos millones de dólares que han hecho de vender, básicamente, su imagen.

 

Los números de lo que se da en llamar el net worth (o lo que es lo mismo, el valor económico de una persona o empresa) no mienten: Kendall y Kylie están valuadas –según el sitio celebritynetworth.com– en 6 y 5 millones de dólares, respectivamente. Dichas cifras se elevan de manera exponencial en el caso de las Kardashian. Kris, la matriarca y responsable de lo que se podría llamar como Kardashian Ltd., vale 30 mdd, y sus hijas no se quedan atrás: Kourtney está “valuada” en 25 mdd, igual que Khloé, pero la estrella del “negocio” es Kim Kardashian, cuyo “valor” es de 85 mdd. Y todo por participar en un aburridísimo programa que muestra la vida de esta sui generis familia.

 

El net worth de Bruce (ahora Caitlyn) fue creciendo hasta llegar a un valor actual de 100 millones de billetes verdes. Tras la portada de Vanity Fair –que “curiosamente” coincide con los anuncios posteriores de que tendrá su propio reality (I am Cait), y de que recibirá el Arthur Ashe Courage Award en los ESPY Awards por sus “contribuciones que trascienden el deporte”–, el valor de Bruce/Caitlyn Jenner podría acrecentarse en los próximos 5 a 10 años (según Rob Shuter, experto de VH1) hasta los 500 millones de dólares.

 

Podrá ser controvertida o no, aplaudida o denostada, pero la decisión de Bruce de convertirse en Caitlyn, o la sobreexposición mediática de sus hijas e hijastras es, por donde se le vea, un lucrativo negocio al que han contribuido medios, sociedad, políticos, estrellas y redes sociales. La “amenaza de la irrealidad”, de la que hablaba Boorstin, tal parece que ha llegado para quedarse…