El Sevilla, con otra demostración de suficiencia y control, volvió a ganar al Fiorentina (0-2) y con un global de 5-0 superó al equipo italiano, lo que le mete en la cuarta final de la competición, dos como Copa de la UEFA y otras dos como Liga Europa, en la que se encontrará el próximo 27 de marzo en Varsovia con el Dnipro ucraniano.

 

 

 

Los sevillistas, con el 3-0 de la ida, afrontaron el partido con muchas garantías. Pocos problemas tuvo en Florencia para dominar a un rival que cuando pudo ver puerta se encontró con Sergio Rico, un meta de 21 años formado en la cantera que desesperó en momentos puntuales a sus adversarios.

 

Salió el equipo español, en el día en el que se cumplía un año de ganar su tercer trofeo de campeón de este torneo en Turín ante el Benfica de Lisboa, con la intención de no dejarse amedrentar en el previsible empuje del equipo local, alentado por una afición que se había ilusionado con la remontada de una semifinal que se había puesto muy difícil hace una semana en el estadio Sánchez Pizjuán.

 

Así, el técnico sevillista, Unai Emery, sacó a cuatro jugadores de carácter creativo, como Aleix Vidal, Víctor Manchín ‘Vitolo’, el argentino Éver Banega y el colombiano Carlos Bacca, para acercarse a la meta defendida por el brasileño Norberto Murara ‘Neto’.

 

Yevhen Seleznyov, como en el choque de ida de las semifinales de la Liga Europa, se convirtió en el verdugo del Nápoles de Rafa Benítez, que perdió 1-0 con un tanto del jugador del Dnipro, equipo ucraniano al que se enfrentará el Sevilla en la final de Varsovia, el próximo 27 de mayo.

 

El nombre de Seleznyov será muy recordado por Italia en los próximos años. Un jugador que comenzó siendo suplente en el choque de ida, que salió al campo de San Paolo para marcar en diez minutos un tanto y que repitió una semana después, no será fácil de quitarle de la lista de ogros del Nápoles.

 

Poca parte del público del estadio NSK Olimpiyski de Kiev, lleno hasta la bandera pese a la lluvia, se hubiese imaginado el desenlace de esta eliminatoria. Los 70.000 espectadores que abarrotaron el recinto donde juega competición europea el Dnipro querían saborear una victoria para celebrar su primera final continental.

 

El resultado de ida, 1-1 con un gol cuando el partido agonizaba en claro fuera de juego de Yevhen Seleznyov, invitaba al optimismo para lograr la gesta. Pero también creaba buenas expectativas el mal momento del Nápoles, que llegó a la cita muy enfadado y despistado por esa jugada y con un empate a dos goles ante el Parma el fin de semana anterior.

 

Ese resultado ante el colista y la perspectiva de no conseguir ningúntítulo importante este año (solo ganó la Supercopa de Italia en diciembre), no ayudó nada a unos hombres que necesitaban marcar para llegar al partido decisivo de Varsovia, 26 años después de que el Nápoles de Maradona disputara su última final.

 

Con ese guión saltaron al césped los jugadores de Rafael Benítez, que enfrente se encontraron a un equipo pegajoso hasta el extremo y con unas ideas muy claras sobre qué tenían que hacer para evitar la remontada del Nápoles.

 

OBO