Los mexicanos consumen más comida chatarra que alimentos saludables porque les sale más barato, de acuerdo con el estudio “El creciente costo de una dieta saludable”, elaborado por el Instituto de Desarrollo Internacional.  En el documento se da cuenta de que, entre 1990 y 2012, el precio de productos como tortillas, jitomate y verduras frescas creció entre 50 y 90%, mientras que los alimentos procesados y el chocolate disminuyeron su costo en el mismo periodo.

 

“La evidencia presentada en la revisión de la literatura sugiere que precios afectan el consumo, especialmente para las personas de bajos los ingresos”, dice el estudio en sus conclusiones.

 

Según el Instituto de Desarrollo Internacional, desde 1990 a 2012 el precio de la tortilla y la harina de maíz subió a una tasa de 3.7% anual, mientras que el jitomate lo hizo a 2% y los vegetales frescos a 1.2%.

 

En cambio, el chocolate y los bocadillos, en el mismo periodo, fueron a la baja a 2.38% anual, mientras que la comida procesada redujo su precio a 0.32% cada año. Los aceites y grasas comestibles también cayeron en su precio, aunque sólo 0.2%.

 

Los únicos dos productos que rompen esta tendencia son la azúcar y el pollo. El kilogramo de azúcar subió 1.4%, mientras que el pollo redujo su precio en 1.8% a tasa anual en las últimas dos décadas y media.

 

El estudio analiza la tendencia de los precios de alimentos en Brasil, China, Corea del Sur, México y Reino Unido, destacando que nuestro país es el que tiene mayor consumo anual de alimentos ultra procesados y bebidas azucaradas en Latinoamérica.

 

En 1999 los mexicanos en promedio compraban 160 kilos de comida ultra procesada al año, cifra que aumentó a más de 200 kilogramos para 2013. De los refrescos, el consumo per cápita es de 3.7 vasos al día, el cual duplica al segundo lugar de los países incluidos en el estudio, que es Reino Unido con 1.6 vasos.

 

El alto consumo de bebidas con alto contenido calórico se explica por la reducción de su precio real, dice el informe, lo que dio como consecuencia que estos productos se convirtieran en una fuente principal de energía entre los mexicanos.

 

“Para 2006, los adultos y adolescentes obtenían 22% y 20%, respectivamente, de su ingesta de energía a partir de estas bebidas”, dice el Instituto de Desarrollo Internacional.

 

Para finalizar, el estudio destaca que en diciembre de 2013 se aprobó un impuesto a bebidas y comida con alto contenido calórico, una política que, si demuestra que incide en la reducción del consumo de este tipo de alimentos, puede tomarse como ejemplo para otros países latinoamericanos.