El otro día me llamó una estudiante de periodismo de veinte años. Le habían encargado un trabajo acerca del periodismo freelance y quería hacerme una entrevista. Tuvimos veinte minutos de conversación telefónica donde hablamos de la profesión, de las herramientas de un periodista, de las ventajas e inconvenientes de ser autónomo.
Intrigada por mi experiencia periodística en México, me preguntó si me había encontrado en alguna ocasión en situación de peligro. Le contesté que afortunadamente no había tenido mayores contratiempos y seguimos hablando de otras cosas. Al día siguiente me escribió un amable whatsapp, dándome las gracias por la entrevista y me preguntó si podía describirle una situación impactante que hubiera vivido: “Con todo lujo de detalles, que ocupe 5 o 6 líneas, que me sirva como entradilla para mi trabajo”. Comprendí que quería titular la entrevista con una situación de peligro, que le había explicado no haberla vivido. Estaba de viaje y le contesté que seguro encontraría una buena entradilla con el material que ya tenía. Insistió: “¿Entonces me la puedes enviar?”, pensé que mi respuesta había sido clara, pero el día siguiente me encontré en mi teléfono: “¿???”
Le insistí en que la entrevista estaba ya cerrada. De nuevo otro mensaje: “¿Entonces vas a poder describirme una situación impactante?” Contuve mis ganas de corresponder con la misma ausencia de palabras y poner el emoticono de los ojos saltones. A la mañana siguiente de nuevo un mensaje: “Disculpa molestarte pero es urgente que me describas la situación”. Creo recordar que fueron unos cinco mensajes insistiendo.
Llevo días sin contestar el último mensaje de la estudiante y no se que titular pondrá a la entrevista. Me imagino que estará dando vueltas pensando que interés puede tener la historia de una periodista que trabajó en México y que no vivió situaciones de peligro. En el Taller que impartiré el próximo mes de abril: “Claves para ser un periodista freelance”, en la Asociación de la Prensa de Madrid transmitiré a los alumnos que en esta profesión se inicia, se puede insistir pero que la insistencia en exceso es agobio. Yo también me aplico la lección y me sirve para recordarla, que la insistencia puede ser profesional pero el agobio te aleja del objetivo. Agobiar a otra persona te cierra las puertas y cuando vuelvas a contactarla, no sabrá quien eres pero si recordara lo que sintió, aquella joven periodista que te dio dolor de cabeza.