Existen multitud de estudios que otorgan a la redes sociales una gran influencia en la decisión de voto. La última investigación relacionada con este tema, realizada por Ipsos Mori y King´s College de Londres, señala que 34% de los jóvenes entre 18 y 24 años británicos considera que el uso de redes sociales ejerce una enorme influencia sobre su voto, siendo el segundo medio con más influencia tras los tradicionales debates televisados.

 

Lo interesante es que el formato de los debates televisados ha cambiado, ya que el patrón de consumo es en modo de doble pantalla simultánea, en la que se ve la televisión a la vez que se siguen y se comentan las reacciones en vivo en las redes sociales. Por ello, las redes sociales parecen estar sirviendo para acercar el debate político a los ciudadanos que no parecían estar interesados.

 

Para los más críticos, esta participación en redes sociales es muy superficial en cuanto a la calidad de los argumentos. Así lo señalan en esta encuesta, que muestra que mientras 71% cree que los medios de comunicación proporcionan una plataforma y voz a las personas que normalmente no toman parte en los debates políticos, existe la preocupación de que los sitios de redes sociales como Twitter y Facebook están haciendo un debate político más superficial.

 

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Y este sentimiento es compartido tanto por las personas activas en las redes sociales y por los que no lo son. Están de acuerdo en que se utilizan frases cortas y, en muchas ocasiones, irónicas, simplificadas, que distan mucho de ser un auténtico intercambio de opiniones.

 

Si se usan artículos más largos y elaborados tienen un nivel de lectura real muy bajo, y en cambio el video tiene un consumo mayor. Antes, las reflexiones que se daban en medios tradicionales estaban más razonadas aunque sólo fuera por la misma extensión que requerían. Ahora, la brevedad de espacio hace que prime otras cosas más que el razonamiento. Por ende, antes era más fácil llegar a conclusiones propias aunque con una tarea más laboriosa, y ahora es más rápido pero la posibilidad de error aumenta.

 

La característica de los contenidos en redes sociales es la de ser de un consumo asíncrono y en dosis bajas, y esto lo hace muy conveniente. Aunado a todo esto, los argumentos negativos tienen más peso que los positivos, con la excepción de si los positivos funcionan como un recurso al sentido común. Pero normalmente, el mensaje que se presenta claramente propagandístico suele generar en redes sociales un rechazo. Y es que las redes sociales no son, como se diría en el mundo off line, para pegar carteles.

 

El cambio de consumo de medios hacia las redes sociales conlleva a mantener un contacto bidireccional constante con conocidos y amigos que favorece el intercambio de opiniones. Quizás para unos está más presente con opiniones explícitas, y en cambio otros no opinan pero están expuestos con su sola presencia a estas opiniones, convirtiéndose claramente en una fuente de influencia.

 

Además, está dotada de una sensación de proximidad y cercanía al usuario, puesto que las opiniones provienen de personas a las que ha decidido seguir, personas consideradas como referencia en determinados temas, por lo que su influencia es aún mayor. Si se le añade que el usuario puede dar likes o retweets al comentario se le dota a esa opinión de una métrica de popularidad que para el usuario es una confirmación de su influencia. Si se piensa en el perfil del votante más joven, esta situación se convierte además en un efecto de reafirmación colectiva.

 

Como sabemos, las redes sociales no responden a los patrones tradicionales de la comunicación unidireccional. Si los partidos políticos tratan de manipularlas aplicando estrategias en las que fabrican una falsa relevancia pueden fracasar con gran facilidad.

 

Esto de fabricar falsos trending topic durante un mitin con una fila de militantes enviando tweets y retweets de sus propios compañeros para fingir esta falsa relevancia ya debe pasar a la historia. Pero todavía nos encontramos con estrategias de coordinación muy parecidas en las que se orquesta a los militantes para que actúen de una determinada manera a favor o en contra de una postura, al más puro estilo chavista.