En el futbol, como en el arte o en cualquier actividad, un estilo suele alcanzarse luego de haber imitado algo de alguien más o de muchos más.

 

Es común que el molde que se busque reproducir sea, obviamente, el de mayor éxito cuando esté naciendo el proyecto propio. Por poner un paralelo ajeno al futbol, el Japón del emperador Meiji logró pasar en pocas décadas de lo rural a lo industrial al imitar y después superar a quienes mejor desarrollaban determinadas facetas. Por poner un paralelo perteneciente al futbol, la extinta Yugoslavia retomó mucho de la manera de jugar brasileña, como antes la musa máxima fue el juego de los inventores ingleses o, después, según la época, el de los magos húngaros, holandeses, españoles.

 

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Pocos proyectos futbolísticos han nacido con tanta capacidad económica como el del Manchester City que este martes enfrenta al Barcelona en Liga de Campeones. Equipo que apenas en 1999 dejaba la tercera división y que en 2002 retornaba a la Liga Premier. Club que en 2008 estaba amenazado de desaparecer por bancarrota, toda vez que su propietario, el ex primer ministro tailandés, Thaksin Shinawatra, tenía sus cuentas congeladas por un escándalo político. Institución que ni remotamente se atrevía a compararse con los vecinos del United ni a soñar con arrebatarles algún título: las grandes noches de Champions en Manchester pertenecían a los que visten de rojo y jamás a los de azul.

 

En cuanto la familia real de Abu Dabi tomó el control, empezó a gastar cantidades inmensas: más de 200 millones de dólares en cada uno de los primeros tres años, mismos que no se tradujeron en título alguno y sí en mucho desastre, indisciplina, pedazos de futbol que simulaban una especie de frankenstein.

 

Ahí nació la idea de recrear al Barça, en ese instante el once más exitoso de la historia. Así se propició que pretendieran una visión futbolística parecida a la de los blaugranas, que desearan reproducir su formato. Primero contrataron como director ejecutivo a Ferrán Castillo y luego como director deportivo a Aitor Begristain, ambos imprescindibles para el éxito barcelonista.

 

El volumen de gasto cambió, así como la preferencia de muchachos con buen trato de balón. David Silva, Samir Nasri, Kun Agüero, Jesús Nava, son todos futbolistas modelo Barça: corta estatura y gran técnica, dinámica, movilidad. Además, ya estaba en el plantel uno de los ejes que tuvo Guardiola, como el mediocampista Yaya Touré.

 

Las glorias por fin llegarían: dos ligas (pasaron 43 años sin que el City la ganara), una Copa FA, una Copa de la Liga y una Community Shield (equivalente a la supercopa).

 

Sin embargo, es evidente que el City no es ni será el Barça, así como lo es que la cultura futbolística inglesa difiere mucho de la española y que hay un déficit muy notorio en generación de talentos, lo que obliga a los citizens a todavía recurrir a su caudalosa chequera.

 

Este martes buscarán demostrar que, diferencias e imitaciones al margen, por fin están para competir en Europa. Como sinodal, nada menos que el club al que voltearon a ver como base del estilo que ahora persiguen.

 

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