LA HABANA. El éxito de la nueva política hacia Cuba del presidente Barack Obama depende en parte de las toallas de mano de los hoteles.

 

Claro, no sólo de las toallitas. También de que el aire acondicionado funcione, de que haya waffles para el desayuno y de cientos de otras comodidades a las que los turistas estadounidenses están acostumbrados y que esperan que Cuba les proporcione.

 

Según los expertos, los turistas que viajen a la isla ascenderán al doble este año gracias a la flexibilización de las restricciones de viaje que fueron promulgadas el viernes.

 

Las agencias de viajes a Cuba establecidas en Estados Unidos aseguraron que, simplemente, no hay más habitaciones en los pocos hoteles de alta gama que cumplen con los estándares internacionales.

 

Eso significa que si los turistas que arriben a la isla se duplican, como se espera, tendrán que encontrar alojamiento ya sea en las sombrías instalaciones estatales de poca categoría o en uno de los segmentos más dinámicos, aunque pequeños, del sector privado cubano: las casas de hospedaje familiares que ofrecen fuentes de ingreso a miles de personas.

 

Ese es lo que exactamente Obama dijo que quería lograr: cuando anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba el pasado 17 de diciembre, el presidente indicó que Estados Unidos quiere ser “un socio que le haga la vida un poco más fácil, más libre, más próspera a los cubanos”.

 

La primera prueba que deberá afrontar esta apertura tendrá que ver, al final de cuentas, con el lugar que elijan los estadounidenses pasar la noche.

 

“Un aumento importante en la cantidad de viajeros estadounidenses podría desbordar el sistema y rebasar la capacidad de los cubanos de controlar a estos turistas”, dijo el viernes a la Associated Press un funcionario estadounidense involucrado con la nueva política. “Los hoteles no van a dar abasto. Y tendrán que acudir al sector privado, lo que es algo bueno”.

 

El funcionario habló a condición de no ser identificado porque no estaba autorizado a hablar públicamente sobre la nueva política.

 

En Cuba, ya se perciben algunos ejemplos de estos nuevos tiempos: Juan Hernández Rabelo, de 65 años, está tomando clases de inglés tres veces a la semana para poder comunicarse con futuros clientes en Casa Vitrales, una suntuosa casa de hospedaje de la era colonial que fue totalmente restaurada y que administra con su hijo.

 

“Eso va a beneficiar al negocio nuestro y al país”, comentó Hernández Rabelo en alusión a la nueva política estadounidense. “Se abren mayores posibilidades para que las casas de huéspedes asimilen mayor cantidad de turistas”.

 

Las nuevas normas del Departamento del Tesoro de Estados Unidos que entraron en vigor el viernes eliminan requisitos tan costosos como engorrosos, incluido el de que se consigan permisos especiales del gobierno para viajar en grupo a la isla con fines educativos.

 

La mayoría de los viajeros estadounidense todavía deberán que ir en grupos supervisados, pero ahora cualquier compañía u organización puede ofrecer itinerarios en la isla sin el papeleo ni las inspecciones que desalentaban al turista en el pasado. Algunos operadores de tours, que ya están viendo que hay un interés sin precedentes en viajar legalmente a Cuba, esperan que muchas personas ignoren directamente las restricciones.

 

Las empresas que han estado organizando viajes a Cuba por años indicaron que esperan que los viajes legales a Cuba se dupliquen este año. En años recientes unos 90 mil estadounidenses visitaron la isla al año.

 

Cualquier aumento significativo, señalaron, desbordará la infraestructura turística cubana.

 

“Ya con solo 90 mil estadounidenses anuales es una pesadilla conseguir hotel”, dijo Collin Laverty, propietario de la agencia Cuba Educational Travel. Indicó que su compañía estuvo recibiendo el doble de reservas las últimas tres semanas, unas 1.000 en total. Él también espera que los cubanos comiencen a invertir en casas de huéspedes, que son alternativas de alojamiento legales.

 

“En los últimos años se ha visto gente que se dio cuenta de que si invierte un poco, si mejora la presión del agua, puede competir con un hotel de cuatro estrellas”, agregó.

 

Las autoridades cubanas aseguraron que el país puede absorber un aumento en la cantidad de turistas y que ya están preparándose para recibir un millón de estadounidenses al año, la cifra que se espera venga, si el Congreso levanta el embargo comercial que rige sobre la isla desde hace más de medio siglo y que sólo fue flexibilizado con las medidas anunciadas por Obama.

 

“El país tiene capacidad hotelera para poder asimilar un incremento de esa magnitud. Nos preparamos para el día, porque algún día tiene que acabarse” el embargo, afirmó José Manuel Bisbe, presidente de Havanatur, una de las principales empresas de turismo estatales de Cuba.

 

Expertos estadounidenses insistieron en que los cubanos pueden estar pecando de optimistas, sobre todo porque el embargo sobre el turismo implica que los visitantes del vecino país no tienen acceso al destino turístico más desarrollado de la isla, la playa de Varadero, a 130 kilómetros (80 millas) al este de La Habana.

 

Y, el propio Bisbe admitió que algunos alojamientos de Cuba no están a la altura de lo que espera un estadounidense.

 

“En cuanto a la calidad de servicio, es cierto que tenemos una serie de problemas que estamos enfrentando”, declaró.

 

Las restricciones a los viajes desde Estados Unidos hicieron que la isla sea un destino secreto para turistas mayormente jóvenes que van a escondidas a través de Canadá o México, o un producto exclusivo y caro para gente mayor de medios.

 

Barbara Dresner, propietaria de una tienda de ropa de Nueva York hoy jubilada, participó en un viaje de cinco días a La Habana para escuchar jazz que costaba 5.000 dólares por persona y dijo que se sintió defraudada con algunos aspectos del hotel de cinco estrellas en el que se alojó.

 

“No había toallitas”, declaró el jueves por la noche. “En los hoteles de Estados Unidos, siempre hay toallitas”.

MG