Estoy convencido de lo primordial que resulta la labor del periodismo en el mundo contemporáneo. La violenta muerte de un periodista en Siria, la semana pasada me lleva a escribir este artículo como un muy humilde homenaje a aquellos que defienden el oficio en el cual, según Riszard Kapuscinski, no caben cínicos.

 

James Foley, el periodista decapitado en un video difundido en Youtube el 19 de agosto, ha sido la primera víctima americana a manos del grupo ahora conocido simplemente como Estado Islámico. El video titulado “A message to America” es una clarísima amenaza en contra del gobierno estadounidense: seguirán con el derramamiento de sangre a menos que Obama detenga los ataques en contra del grupo terrorista.

 

La imagen predominante en el video contiene una brutal fuerza simbólica. Un hombre de rodillas con la cabeza afeitada y semblante serio pero aterrado porta un traje color naranja, supuestamente para imitar los presos en la prisión de Guantánamo. A su lado, de pie, se encuentra un verdugo anónimo vestido de negro con un arma de fuego colgada al hombro y un cuchillo, no muy grande en tamaño. Ambos están al frente de un trasfondo desértico, inerte, que parece advertir al espectador sobre la condena que avecina a la víctima.

 

Del video se rescata también una inédita capacidad de edición fílmica y buen manejo de más de una cámara, algo insólito en los comunicados de grupos islamistas que nos lleva a pensar en un nivel educativo mucho más avanzado en los integrantes de sus filas que los que existían en el pasado. En los últimos días se ha mencionado en diversos medios que hay cerca de un millar de integrantes del Estado Islámico con ciudadanía europea.

 

Reflexioné sobre el conflicto detrás de la decapitación de James Foley, la incuestionable responsabilidad del ejército americano en el mismo y sobre la situación de la libertad de expresión en el mundo y sobre todo en nuestro país. Es verdaderamente preocupante que periodistas freelance como Foley sean presa tan fácil para grupos terroristas y su temible mensaje.

 

Entiendo que son contextos completamente distintos, sin embargo, el video me llevó a pensar sobre la trascendencia de la muerte de un periodista americano y no pude evitar compararlo con la alarmante situación de peligro para ejercer el periodismo en el contexto de la guerra contra el narco en territorio mexicano. Igual de alarmante resulta la aparente indiferencia por parte de las autoridades para evitar dichos crímenes.

 

La Sociedad Interamericana de Prensa, una organización no gubernamental dedicada a la libertad de expresión y de prensa en el continente americano, publicó un reciente reporte sobre la cuestión que les concierne en nuestro país.

 

Según el reporte, la CNDH ha recibido 145 averiguaciones previas en los últimos 13 años relacionadas a violencia contra periodistas, de las cuales solo 14 han sido concluidas, resultando en un 86% de casos de impunes. Resalta la seriedad de los casos: 85 averiguaciones corresponden a asesinatos, 20 a desapariciones y 40 a ataques a instalaciones. El 46% de estas agresiones provienen de servidores públicos, 80% de ellos siendo autoridades locales.

 

Se recuerda especialmente a Mario Ricardo Chávez, director del periódico “El Ciudadano” de Tamaulipas. El manejaba una cuenta de Twitter en la que se informaba y alertaba a la población en cuanto sucedían hechos violentos en la entidad. Su cuerpo apareció cerca de la ciudad fronteriza de Reynosa el 24 de junio de 2013, dos semanas después de haber sido secuestrado.

 

Un caso igual de lamentable sucedió apenas el 14 de agosto de este año. El periodista oaxaqueño Octavio Rojas Hernández fue acribillado fuera de su casa por un sujeto que aún no ha sido detenido. Todo indica que su muerte está relacionada a la publicación de una nota de su autoría en la cual se relaciona al director de la Policía Municipal del Ayuntamiento de Cosalapa, Oaxaca, con 16 mil litros de combustible robado.

 

Es nuestra responsabilidad como sociedad civil exigir mayor seguimiento y seriedad a las investigaciones relacionadas a hostigamiento en contra de periodistas en México, que se ha posicionado de manera vergonzosa como uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.

 

La intensa manera en la que los medios internacionales han difundido el caso, en ocasiones el explícito video también, ha elevado a James Foley a un nivel casi heroico entre la población mundial. Todo periodista caído llevando a cabo su labor debe merecer la más profunda admiración por cualquiera que aprecie la libertad de expresión como un derecho humano.