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Bajo escombros, humo y la sangre de sus amigos, en las trincheras de la primera gran guerra que le arrancó el corazón a Europa, se escondía de las balas y los morteros el joven escritor completamente solo con solo un lápiz y un papel, que como espada y escudo lo defendían contra el dragón de la locura en ese manicomio del campo de batalla. Y escribió.  Escribió sobre los Magos.

 

Aquellos que en la lengua conocida como Quenya se llamaban Istari y que poseían y exhibían un amplio conocimiento de la historia y la naturaleza del mundo. En un principio se les confundía con humanos mortales que habían aprendido la ciencias y las artes mediante estudios y secretos. Aparecieron aproximadamente en el año 1000 de la Tercera Edad y se veían como hombres de avanzada edad de cuerpo sano que recorrían el mundo en busca de los secretos y poderes de la tierra pero no los revelaban a nadie.

 

Al principio se les veía poco y pasaban inadvertidos, pero cuando la sombra empezó a crecer en el horizonte y la amenaza de que la oscuridad se comería a la luz se hizo presente, los Istari se volvieron mas activos, contactaron a los hombres para darles consejo y así entorpecer a la sombra con la ayuda de elfos y hombres.

 

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