Marina Silva quien se convirtió esta semana en candidata presidencial por el Partido Socialista Brasileño (PBS), parece más misionera que líder política. De 56 años, ascendencia negra y frágil figura ha sumado de inmediato el apoyo de las clases medias urbanas.

 

Defensora acérrima del Amazonas y de los derechos indígenas, proyecta una imagen austera y sencilla que acrecienta su carisma natural. Ya se le ubica como la verdadera representante de las masas más necesitadas en un país con 40 millones de pobres.

 

Se la ve como la alternativa de izquierda a la corrupción de la clase política que en últimos tiempos ha dejado en entredicho el mandato de Lula.

 

Se le señala ya como una aspirante sería a pelear la presidencia del país más rico y poblado de América Latina a la presidenta Dilma Rousseff.

 

No es ninguna inexperta en política de Estado, ya fue ministra en la cartera de Medio Ambiente en el primer gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), en el que militó durante dos décadas. Además ha sido senadora y concejal. Y es la segunda vez que contiende por el primer escaño del gobierno, ya que en 2010 se midió ante la actual presidenta como la apuesta del Partido Verde. Obtuvo 19.6% de los votos y un respaldo de 20 millones de electores.

 

La historia de Marina, como la llaman de cariño, es una de tantas de lucha y perseverancia. Trabajó en el campo desde niña y, posteriormente, fue empleada doméstica. Analfabeta hasta la adolescencia, aprendió a leer y escribir a los 16 años.

 

Nació en Breu Velho, una aldea amazónica entre plantaciones de caucho en el estado de Acre, al norte de Brasil y cerca de la frontera con Bolivia.

 

María Osmarina Marina Silva Vaz de Lima, hija de padres campesinos oriundos del noreste del país que se desplazaron al Amazonia, se crió en un hogar con 11 hijos, de los cuales tres murieron.

 

Su infancia estuvo marcada por esas muertes y la de su madre, la cual vivió a los 15 años.

 

Ella misma es una sobreviviente. A los seis años su sangre fue contaminada por mercurio, sufrió cinco veces malaria y tres veces hepatitis.

 

En 2010, en charla con la revista Roling Stone reconoció que siempre ha tenido miedo a la muerte temprana: “Luché con ella desde que nací”, dijo.

 

Su figura menudita, con 53 kilos de peso, la que mantiene desde su juventud. Se sabe que guarda es a base de una estricta dieta marcada por un historial de padecimientos enfermedades contraídas cuando vivía rodeada de cultivos de caucho.

 

Profundamente religiosa. Nacida en el seno de una familia católica quien tras librar un cuadro agudo de hepatitis en 1997, luego de año y medio postrada, dejó la fe católica y se convirtió a la evangélica sumándose a la influyente Asamblea de Dios.

 

Fue su abuela quien la impulsó a aprender a leer y escribir en su adolescencia, cuando soñaba ser monja.

 

Se recibió como licenciada en Historia y realizó posgrados en Teoría Psicoanalítica y Psicopedagogía. Está casada y tiene cuatro hijos.

 

Fue en la universidad donde conoció dos movimientos ideológicos que la influirían hasta hoy: la izquierda radical, que aprendió en la militancia del Partido Comunista y el ecologismo, cuya sensibilidad desarrolló por su pasado amazónico.

 

Vivió en un convento y se vinculó al ambientalista y recolector de caucho Chico Mendes, quien murió asesinado en 1988 y con el que se sumó a acciones de bloqueo contra actividades que destruyeran la selva. Dos años antes de este crimen que la marcó, ya había iniciado su inclinación política al afiliarse al Partido de los Trabajadores

 

Su primer cargo público fue como concejal en Río Branco, capital de Acre, desde donde cimentó su carrera política a través de la militancia ambientalista. En es puesto exigió y dio ejemplo de austeridad pública.

 

Luego fue diputada estadual y en 1994 resultó electa la senadora federal más joven de la historia brasileña, con 34 años de edad. Allí mostró que posee una gran capacidad oratoria y fue reelecta en el 2002.

 

Un año después, el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva la nombró ministra de Medio Ambiente (2003), un cargo de gran nivel en un país que alberga al mayor pulmón del continente y el más grande bosque tropical del planeta. Su trabajo le valió premios internacionales entre ellos de Naciones Unidas.

 

Puesto al que renunció en 2008 tras choques con funcionarios, entre ellos la entonces ministra de la Presidencia, Dilma Rousseff, por demoras en la concesión de permisos ambientales para construir represas hidroeléctricas y la política a favor de las semillas transgénicas. Un año después dejó el PT.

 

Se afilió al Partido Verde (PV), del que fue candidata presidencial en el 2010, cuando quedó como la tercera mejor colocada. Dejó a esta fuerza en 2011, por desacuerdos con sus líderes.

 

Buscó ser candidata por su propia agrupación, la Red Sustentable. Planeaba ser la “primera mujer negra y de origen pobre” en llegar a liderar el gobierno, señaló en aquel momento. Sin embargo no logró obtener personería jurídica, por lo que avanzó en una alianza con el PSB de Campos, al que llevó sus ideas ambientalistas.

 

La popular ambientalista revolucionó la contienda de cara a los comicios del próximo 5 de octubre sólo con ser nominada para suceder a su ex compañero de fórmula el socialista Eduardo Campos, el socialista Eduardo Campos, tras su trágica muerte en un accidente de avión ocurrida el pasado 13 de agosto.

 

Silva llegó en segundo lugar a la contienda con el apoyo del 21% de los votantes y estaría en empate técnico con la presidente Dilma Rousseff, según una encuesta del diario Folha do Sao Paulo, publicada un día antes de que fuera confirmada.

 

Pero su fuerte fe evangélica,podría costarle algunos votos, especialmente por su rechazo a temas polémicos como la legalización del aborto, el matrimonio homosexual y las drogas. Se prevé que las cifras que le dan delantera podrían modificarse cuando comience a definir sus políticas.