Río de Janeiro.- Río Llora, llora Río, llora desde 1950, llora la Garota de Ipanema, ríos desde el Maracaná hasta Copacabana, Botafogo, Flamengo y a lo largo de toda la torcida brasileña. La pantalla gigante colocada para ver a la canarinha no abarca  suficiente cielo para la desilusión.

 
La afición verdeamarela claro que sabe lo que es perder a través de los años en que se ha jugado la Copa; pero nunca sobajados por una aplanadora teutona. La historia decía que ante la Germania, Brasil todo podía, por eso las lágrimas de los cariocas, el desmayo de alguna pequeña llevada en brazos a la enfermería y la acción de la policía para llevarse a algún rijoso que no aguanta el canto germano, ya no en el primero o segundo, sino en el quinto y sexto y séptimo festejo sobre la selección anfitriona.

 
Ni siquiera el principal astro quiso saludar ayer a Río. Nubarrones y llovizna  presagiaban la más triste de las noches de la canarinha. Y si en el sonido del Mineirao, aún alcanzaba a retumbar el “Brasil, Brasil, Brasil”, para en algo animar; en el Fan Fest de Copacabana la torcida se tomaba las quijadas, enjugaba alguna lágrima, maldecía al cielo y a la cámara que la enfocaba.

 
¿Y la samba, y la espera de más de seis décadas por la vuelta de la Copa, y la final del próximo domingo en el mítico Maracaná?, todo está prohibido cuando el equipo más ganador sucumbe ante al eterno tanque futbolístico mundial.

 
Trillado será, pero Gary Lineker siempre tendrá razón: el futbol es un deporte que se juega 11 contra 11, y siempre gana Alemania; fría y letal, tanto como sus aficionados, que en pequeños puñados; lunares amarillo, rojo, negro y blanco celebraban cada tanto con cerveza en mano, puño en alto, como si fuera cosa casual, pegarle por 7-1 a la canarinha en su propio Mundial.

 
Carioca sangre caliente. Se muerde el labio, aprieta los parpados, estruja el rostro, mira al cielo, aprieta el puño. Ni Felipao lo podrá explicar. Sobre la arena van cayendo las cariocas que ahora prefieren mirar el celular, esconder la cabeza en el pareo, hay que salir ya del lugar. No hay más, incluso el bossa nova nocturno no ayuda en algo a menguar. Hay que tomarse la cabeza, buscar en la historia, regresar a 1950, preguntar ¿cómo se fue otra vez el Mundial?

 
¿A quién le interesará jugar por el tercer lugar?, por supuesto que nadie piensa en viajar a Brasilia, ni siquiera imaginar el rival al que el sábado se medirá la canarinha. Es de noche y el cielo se desahoga ante la partida de la empapada torcida apenas viene el silbatazo final.

 

 

Galán intratable, el futbol volvió a desairar a Río. Llegó a Brasil con promesas de Hexa y ahora les abandona. Río Llora, llora Río, llora desde 1950, llora la Garota de Ipanema, ríos desde el Maracaná hasta Copacabana, son demasiados 64 años para volver a esperar.