“He decidido poner fin a mi reinado y abdicar la Corona de España”. Con estas contundentes palabras, el rey de España confirmaba lo que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy había anunciado previamente desde el Palacio de la Moncloa, el primer día laboral de junio, a las 10:30 am, hora de España.

 

Un reducido grupo de personas sabía de los planes del monarca. El 5 de enero de 2014, el día que cumplía 76 años, fue cuando el rey tomó esta decisión. Tras analizarlo con su heredero, el príncipe Felipe, trasladó al ejecutivo de Gobierno en el mes de marzo, su irrevocable plan de dejar la corona de España. Los Secretarios Generales de los dos principales partidos, Partido Popular (PP) y Partido Socialista Obrero Español (PSOE) comenzaron entonces a resolver los detalles necesarios para proceder a una sucesión sin contratiempos: la creación de una una ley orgánica para regular esta abdicación, ya que como se indica en el artículo 57.5 de la Constitución Española: “Las abdicaciones y renuncias (…) que ocurran en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica”.

 

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Esta modificación legal será aprobada en los próximos días. El presidente del gobierno, Mariano Rajoy iniciará hoy martes los tramites junto al Consejo de Ministros y confían en que en las próximas semanas, las Cortes (Congreso) puedan proceder a la proclamación del príncipe de Asturias como rey. El actual príncipe de Asturias será coronado rey de España, Felipe VI este mes de junio.

 

En su discurso, el rey resaltó la importancia del cambio generacional, en los tiempos que vive España, los más revueltos de las últimas décadas: “La juventud reclama un papel protagonista. Merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones que la coyuntura actual está demandado y afrontar con renovada intensidad los desafíos del mañana”, afirmaba.

 

Si la pasada semana asistíamos al comienzo del fin del bipartidisimo, con un duro golpe a los dos grandes partidos que no alcanzaron juntos ni el 50% de los votos, ayer España amaneció con la sorprendente noticia de la abdicación de don Juan Carlos I, a favor de su hijo Felipe, quién reinará junto a su esposa, la ex periodista, Letizia Ortiz, ahora princesa de Asturias.

 

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Qué duda cabe de que los pasados acontecimientos relacionados con la familia real, junto a los cambios sociales que está experimentando España, tras esta larga crisis que dura ya cerca de siete años, han podido ser un detonante para la decisión del monarca. Sus problemas de salud también han contribuido a que haya visto sus fuerzas mermadas para enfrentarse con energía a las responsabilidades de las jornadas laborales. Aún así, la noticia ha sido tomada con gran sorpresa, ya que el Rey siempre afirmó que reinaría hasta el fin de sus días. “Se tomaba su reinado como un sacerdocio”, han dicho fuentes cercanas a Don Juan Carlos.

 

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No era un secreto que la monarquía en España había perdido fuerza e influencia. En la última encuesta realizada por la empresa Sigma-Dos para El Mundo, un 62% de los encuestados afirmaba que sí debería abdicar y un 69.4% creían que el rey no podría recuperar el desprestigio que habían acumulado en los últimos años, especialmente duros para la monarquía en España. La imputación de su yerno, Iñaki Urdangarin por delitos de corrupción o el viaje de don Juan Carlos a Botsuana a cazar elefantes, en el momento de mayor crisis económica del país, fueron algunos de los sonados hechos que hicieron que la sociedad española ridiculizara a una Institución. El castillo donde habitaban de credibilidad y respeto que parecían intocables, se convirtió en un castillo de naipes, fácil de derribar.