Posiblemente sin intención alguna, la actriz Salma Hayek pasó del glamour a la frivolidad en cuestión de segundos porque en un mundo descontextualizado no siempre la intención conecta con la realidad.

 

En efecto, Salma Hayek recibía un espaldarazo estético de su vestido strapless color fucsia al ingresar a una de las salas de exhibición cinematográfica del festival de Cannes cuando, de manera súbita, frenó su recorrido para levantar un cartel con la siguiente leyenda: #BringBackOurGirls (#RegresenaNuestrasChicas) en referencia al siniestro secuestro (en Nigeria) del grupo islamista radical, Boko Haram, que el pasado 14 de abril decidió llevarse a 270 estudiantes para ser rematadas como esclavas. Por supuesto, dos elementos recrudecieron la de por sí terrible noticia: una de las adolescentes que logró escapar narró que sus captores las violan varias ocasiones por hora, y segundo, las convierten al islam.

 

El glamour y la frivolidad pueden llegar a confundirse. En un principio, el glamour era considerado como un hechizo con el que una persona distorsionaba su imagen; ahora es elegancia. La frivolidad es la irrupción de atmósferas tontas sobre terrenos racionalmente serios. A nadie se le ocurre que una campaña viral enternezca a un grupo de terroristas cuya misión fundacional es someter (ellos dicen: educar) con balas (en lugar de gises) y violaciones a un grupo de adolescentes para convertirlas al islam, ya que para los miembros de Boko Haram la educación occidental es pecado.

 

La etiqueta #BringBackOurGirls funciona en la autopista twitter y en algunos escenarios similares. Más allá de sensibilizar, la etiqueta trata de dar a conocer un evento siniestro que ocurre en algún punto del mundo llamado Nigeria.

 

La realidad es que Hollywood es la mejor fábrica publicitaria pero la comunicación creativa no desactiva las pretensiones de un grupo terrorista.

 

El festival de cine de Cannes ha tratado de equilibrar al mundo del Oscar (y lo que eso significa); los rasgos artísticos del cine francés se premian en Cannes. Continente de apellidos como los de Godard, Truffaut, Fellini, Buñuel o Antonioni, el festival de cine se ha nutrido de cierta estética glamurosa donde, para algunos, el vestido de Hayek se convierte en un componente toral en el momento de evaluar el trabajo de la actriz en la película animada El Profeta, que ella produjo. Más allá de subjetividades, la intención de Hayek pudo haber sido loable. Pero en realidad su acto equivale a un gramaje nulo en resultados.

 

Salma Hayek pudo haberse dejado mimetizar por los gestos de la chica paquistaní Malala Yousafzai, quien en 2012 fue víctima de un atentado de un talibán a quien le pareció oportuno dispararle al cerebro de Malala. Y le pareció oportuno debido a que Yousafzai quiso estudiar. Malala, junto a algunas personalidades, lanzó la campaña #BringBackOurGirls con el objetivo de sensibilizar a un segmento de la sociedad indolente. Pero como menciono líneas arriba, antes de sensibilizar, la campaña pudo haber despertado cuestionamientos sobre su significado: ¿Cuántas personas conocen la noticia del secuestro de cientos de adolescentes? ¿#BringBackOurGirls será el nombre de alguna película premiada en Cannes?, preguntará algún desinformado.

 

Salma se encontraba pisando la alfombra roja cuando enseñó el cartel. Corto circuito en los contextos que comunican significados a la audiencia global.

 

Un segundo componente se adhiere a la frivolidad de Hayek. Al parecer, África es un planeta tan lejano como Saturno; en el mejor de los casos, África es un planeta que fue incrustado en la Tierra para el disfrute de los lunamieleros aventureros que buscan una selfie con algún felino. Por varios años, Ruanda se convirtió en sinónimo de apocalipsis: 800 mil muertos en cinco meses. Se le miró con desánimo. Simplemente.

 

Ahora, Francia ha vuelto a tomar la batuta política sobre el caso Boko Haram, pese a que Nigeria es una ex colonia británica. Cameron se comprometió a enviar avioncitos de juguete llamados drones. Inteligentes, por cierto, pero carecen de una estrategia de tierra. Francois Hollande ni piensa enviar tropas a la región. Ya se encuentran en Mali y la República Centroafricana, sin embargo, se reunió con sus homólogos de Nigeria, Goodluck Jonathan, y de cuatro países africanos limítrofes: Benín, Níger, Chad y Camerún. Hollande asegura que junto a Estados Unidos y Gran Bretaña comienzan a articular inteligencia de información. Veremos.

 

El problema de la globalización es la infoxicación, patología que surge por la ausencia de contextos, que sólo el conocimiento logra descifrar. De ahí que Salma no haya distinguido la frontera entre el glamour y la frivolidad.