A cuatro meses de que el Gobierno del Distrito Federal compactó el campamento que mantienen los maestros en el Monumento a la Revolución, el lugar luce desolado.

 

En el lado oriente de la explanada, plásticos colgados a manera de “techos” cubren las pocas tiendas de campaña que aún están instaladas. La mayoría está vacía, incluso algunas fueron selladas con mecates en espera del regreso de sus ocupantes.

 

Debajo de las carpas algunos docentes que llegaron la mañana del lunes duermen junto a sus pocas pertenencias.

 

Benjamín vino con el grupo de Oaxaca para hacer guardia esta semana. “He venido cuatro veces. Es difícil, pero seguimos en pie de lucha”, asegura el docente.

 

En la mesa central de la Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) de Oaxaca, los encargados reconocen que ya no viene el mismo número de maestros, ni siquiera 20% de los sindicalizados de esa entidad responde al llamado, dicen.

 

Mientras los maestros se empeñan en mantener “vivo” el campamento como parte de su lucha en contra de la reforma educativa, los negocios aledaños intentan recuperarse de las pérdidas económicas ocasionadas por el plantón, que lleva ya ocho meses en ese lugar.

 

Empleados de los restaurantes El Correo Español y el Café de Don Porfirio argumentan que los clientes no se acercan mucho para el lado oriente porque todavía están los maestros. La falta de clientes, dicen, los ha afectado al grado que en éste último establecimiento tres personas fueron despedidas.

 

Andrés Magos, gerente de La Parrilla Argentina refiere que si bien la clientela aumentó desde que se compactó el plantón (el 5 de enero pasado), ésta no alcanza todavía los niveles que tenía antes de la llegada de los maestros.

 

Sólo el restaurante La Soldadera recuperó a la mayoría de sus clientes en los últimos cuatro meses. Juan Sandoval, uno de los meseros del restaurante, señala que esto permitió que todos los empleados regresaran a su trabajo y el local volviera a funcionar de manera regular.