ROMA. La primera etapa de la santificación es ser reconocido Siervo del Señor. Para ello, los postuladores de la causa presentan a la Santa Sede un informe que, tras su examen, tiene que emitir el decreto “níhil óbstat”. Con este decreto se inicia oficialmente el proceso, al no haber impedimento alguno para que dé comienzo, y se nombra al protagonista Siervo del Señor.

 

La Santa Sede comenzó a estudiar el caso de del pontífice polaco el mismo año de su fallecimiento, en 2005, tras el clamor popular para que fuera declarado “santo subito” (santo enseguida) hizo que su sucesor, Benedicto XVI, decidiera saltearse las reglas y eliminará el requisito canónico de esperar cinco años tras la muerte para iniciar la causa.

 

La siguiente etapa consiste en recibir el reconocimiento de sus “virtudes heroicas”, un título que los convierte en Venerables Siervos del Señor. Para que esto suceda, una comisión jurídica vaticana se reúne para estudiar la ortodoxia de los textos que publicaron en vida y para atender los testimonios de personas que los conocieron.

 

Acto seguido, el relator del proceso, nombrado por la Congregación para la Causa de los Santos, elabora un documento denominado “Positio”. Se trata de un compendio de los relatos y de los estudios llevados a cabo por la comisión y que, una vez aprobado por el Pontífice, concede el título de Venerable, el segundo paso hacia la santidad.

 

Juan Pablo II obtuvo este título cuatro años después de fallecer, en 2009.

 

Ya Venerable, el siguiente trámite es el de la beatificación. Ser beato o bienaventurado supone representar un modelo de vida para la comunidad y, además, implica que tiene la capacidad de ejercer de intermediario entre los cristianos y Dios. Por esta razón, para alcanzar este grado, es imprescindible el testimonio de un milagro que se haya llevado a cabo gracias a la intercesión del Venerable.

 

A Wojtyla se le atribuyen cientos de milagros, aunque para su beatificación en 2011 fue imprescindible el caso de la monja francesa Marie Simon Pierre, aquejada de párkinson -la misma enfermedad que padecía el pontífice polaco- y cuya curación, de acuerdo con los médicos externos convocados por el Vaticano, “carece de explicación científica”.

 

Pero aún tendría que afrontar el paso definitivo para la culminación de este complejo proceso. Se trata de la canonización, la meta, su proclamación como santos, para la cual es requisito imprescindible un nuevo milagro, que debe producirse después de su nombramiento como beato.

 

No fue el caso de Wojtyla, quien intercedió, según la Iglesia, en la curación de una mujer costarricense aquejada de un grave aneurisma cerebral por el que los médicos le habían dado solo un mes de vida. Esta mujer, Floribeth Mora Díaz, que participará en la ceremonia, aseguró que escuchó la voz del papa polaco diciéndole “Levántate, no tengas miedo” cuando se encontraba ingresada en un hospital y, tras estas palabras, comenzó su curación, inexplicable para la ciencia.