Esta semana se presentaron los resultados del segundo grupo de trabajo del Quinto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) -puesto a disposición del público en cuatro partes, la primera de ellas difundida en 2013-, en Yokohama, Japón. El IPCC, apoyado por la ONU, aglutina a científicos de diversos rubros para que expresen sus proyecciones con rigor y de manera consensada.

 

Para preparar el informe se seleccionaron en total 309 autores, coordinadores y editores procedentes de 70 países, que a su vez solicitaron la ayuda de otros 436 expertos. Algunos escépticos acusan al IPCC de “alarmista”, pero lo cierto es que, como resultado de su estructura, expresa una visión relativamente conservadora en aras de alcanzar un mínimo denominador común entre sus miembros. Estos son los puntos principales del reporte:

 

*Existe un 95 por ciento de certeza en la comunidad científica que el cambio climático es responsabilidad del hombre. La evidencia es abundante y categórica. Ya nadie a estas alturas puede usar la falta de pruebas como argumento para la inacción.

 

*Por primera vez el IPCC vincula el cambio climático con proyecciones de migraciones masivas y conflictos bélicos generados por la hambruna y la depredación ambiental. El cambio climático actuará como factor que detonará o intensificará los conflictos sociales. El descenso del rendimiento agrícola se observa en el sur de Europa o Sudamérica, sobre todo en cultivos como el maíz o el trigo. Sin embargo, las mayores consecuencias del cambio climático sobre la seguridad alimentaria se observarán en África y el sudeste asiático, donde la población rural hace en su mayor parte una economía de subsistencia. “Esto afectará a cientos de millones de personas si no hacemos nada”, alertó el presidente del IPCC, Rajendra Pachauri.

 

*De acuerdo con Fernando Aragón, científico mexicano miembro del IPCC, el informe devela escenarios preocupantes para México, pues todo indica que el calor y las precipitaciones extremas se incrementarán con severidad en la región. México no está preparado para adaptarse con rapidez a una realidad constante de estrés térmico, precipitaciones extremas, las inundaciones y escasez de agua.

 

 

No todo es apocalíptico. Como parte de los resultados del tercer grupo de trabajo, el IPCC difundirá próximamente una serie de recomendaciones para frenar el cambio climático. Los gobiernos están obligados moralmente a seguirlas y, eventualmente, a concretar un acuerdo que sustituya al ya anacrónico Protocolo de Kioto. Ahora bien, ¿qué significa esto para las empresas? En su operación diaria, las compañías enfrentan tres clases de riesgos: el primero, y más evidente, es el impacto físico. Cada vez es más frecuente encontrar análisis de riesgo que contemplan pérdida de infraestructura y pérdida de capacidad operativa a causa de que ocurran desastres naturales en zonas donde antes era impensable que sucedieran. Para las empresas, el costo de no actuar frente al cambio climático tarde o temprano se traducirá en la pérdida de activos.

 

El segundo son los litigios y el peligro jurídico. Muchas empresas creen que pueden diferir la sustentabilidad de sus operaciones mediante trampas o tecnicismos, sin reparar que tarde o temprano deberán de cumplir con la ley, la cual está sujeta a una creciente presión de estandarización internacional. El tercer riesgo es el llamado “daño a la reputación”. El reclamo constante de “stakeholders” puede generar un costo indeseable para una marca en términos de imagen y respetabilidad. Ninguna marca quiere estar asociada con el daño al planeta. ¿Vale la pena saltarse lineamientos de sustentabilidad y ética si el precio a pagar es la destrucción de la marca? No parece tener sentido. Así sea por mero pragmatismo, las empresas también están obligadas a actuar frente al cambio climático.