TIJUANA, BC. Luis Donaldo Colosio caminó unos 40 pasos, entre reporteros, colonos y otras personas que acudieron al evento proselitista en la colonia Lomas Taurinas; pasó por un río de aguas negras, saludó y luego trepó en la parte trasera de una camioneta pick up y dio su último discurso de unos 20 minutos. Después, bajó del vehículo y todo se volvió borroso, las personas que vivieron su asesinato alcanzan a recordar esos dos disparos que le arrancaron la vida al candidato presidencial en 1994.

 

Colonos del municipio fronterizo de Tijuana, periodistas y el equipo de campaña del entonces candidato priista cuentan diversas versiones que hacen una historia interesante, pero que los años la han convertido en difusa.

 

Leonardo Bravo Quintero era parte de la avanzada de la campaña de Colosio en el 94. Asegura ser el último a quien el candidato saludó antes de subir a la pick up y dar su discurso aquel 23 de marzo.

 

“Nos fuimos del aeropuerto a Lomas Taurinas, nos adelantamos nosotros, Colosio nos mandó de avanzada. Cuando Colosio llegó se desvió para saludarme y me dijo ‘nos vemos al rato’, a mí fue al  último que saludo”, asegura el integrante del comité Amigos de Colosio.

 

Veinte años después reconoce que el lugar donde ahora está el monumento a Colosio no fue el indicado para hacer el acto proselitista, pero quien lo ordenó fue Jaime Martínez Veloz, en aquel entonces encargado de Sedesol en la región y quien pidió una colonia popular para el evento.

 

“Todo era rural, no había nada, aquí había un canal de aguas negras, todo era terracería. Todo mundo bajamos a pie, venían tres Suburban y una ambulancia, en una de las Suburban venía Colosio”, narra Jesús Rodríguez, oriundo de Lomas Taurinas, presente el día del magnicidio.

 

El candidato concluyó su discurso con “¡Viva México, Viva Tijuana, Viva Baja California!”.

 

Después de eso, según Jesús, los altavoces rugieron con el sonido de una cumbia y de repente se escuchó un balazo, seguido de otro, en la calle Mariano Arista.

 

Sólo recuerda que hace dos décadas las piernas de Colosio colgaban por la puerta trasera de un vehículo que salía en caravana a toda velocidad para llevar al candidato a Hospital General de Tijuana, luego de los disparos.

 

“Entonces había mucha confusión, entonces pasó pocos segundos y vi pasar la primera Suburban que iba chocando con la segunda y la tercera que venía al final, venía el candidato con la puerta abierta y los pies los llevaba colgando”, relata Jesús señalando al Colosio de bronce en Lomas Taurinas.

 

El equipo de campaña no llevó a Colosio a un Hospital particular, sino al General de Tijuana.

 

“Encontramos a Juanito Maldonado, que era el presidente del PRI, llorando ahí afuera del Hospital General y lleno de sangre, porque él fue quien lo agarró después de los disparos”, sostiene Leonardo, quien era parte de la avanzada.

 

El coso de Lomas Taurinas

 

Lo más fácil para describir a la colonia Lomas Taurinas es su semejanza a una plaza de toros. La colonia se encuentra en medio de un barranco, las casas rodean a la plaza donde fue asesinado Luis Donaldo Colosio y las cuales se encuentran en medio de calles pequeñas que para bajar ocupan caminos y escalinatas empinadas.

 

La colonia enclavada en el municipio fronterizo de Tijuana, donde dos balas regaron la sangre de Colosio, se resiste a dejar su característica popular. Algunas calles todavía son de terracería, la mayoría de las casas no están pintadas y persisten los problemas de vandalismo y drogadicción.

 

Pasaron 20 años del magnicidio que marcó la vida del país y los vecinos de Lomas Taurinas recuerdan con tristeza el suceso, pero aseguran que la tragedia les trajo beneficios.

 

El gobierno pavimentó sus calles, instalaron un módulo policiaco y taparon el canal de aguas negras que atravesó Colosio a pie aquel 23 de marzo.

 

“Dentro de lo malo les benefició porque se dio a conocer a nivel nacional, ya está más urbanizado pero hay mucha deficiencia, pero si lo comparamos con el lugar de hace 20 años pues ya se puede circular, ya hay más población, tiene todos los servicios básicos”, asegura Jesús, quien señala los alrededores de Lomas Taurinas.

 

El mismo año del asesinato, la Sedesol inició la construcción de una biblioteca pública y un centro de desarrollo comunitario, y el lugar tomó el nombre de Plaza de la Unidad y la Esperanza en la cual se eleva un monumento a Colosio.

 

Se nubla el recuerdo

 

Los festejos ya no son como antes, multitudinarios para conmemorar la muerte del candidato presidencial, dice el colosista de hueso colorado, Leonardo.

 

Este año corre el riesgo de borrar de la memoria aquel 23 de marzo de 1994, ya que el PRI de Tijuana sólo realizará una carrera atlética y una pequeña ceremonia. Año con año ha ido a menos esta fecha.

 

El monumento que se erigió en la llamada Plaza de la Unidad y la Esperanza para honrar la memoria del priista no cuenta con flores ni veladoras a unos días de que se cumplan los 20 años de su asesinato, por el contrario, hay una cuadrilla de pintores que remozan toda la plaza.

 

Uno de ellos, Israel, cuenta que les ordenaron cambiar el color que caracterizó al lugar durante los 12 años de gobierno panista: uva con blanco y verde. Ahora con el  nuevo gobierno será de color arena.

 

Los primeros 10 años la conmemoración estaba a cargo del grupo priista Comité Amigos de Colosio, pero fue en 2004, con la presidencia municipal de Jorge Hank Rhon, que el festejo quedó en manos del ayuntamiento y todo se fue para abajo.

 

“Se acuerdan año con año nada más, porque en cualquier otra fecha ni se mantiene limpia la plaza”, sostiene Leonardo, quien hace 10 años era el encargado de realizar la ceremonia.

 

Con el regreso del PRI a Los Pinos tampoco se avivaron las ceremonias, pero sí llegó un mural frente a la Plaza de la Unidad y la Esperanza, en el cual se ve la cara de Colosio a la izquierda y la del presidente Enrique Peña Nieto a la derecha, enmarcada con la leyenda Compromisos por México.