Un día como hoy de hace 10 años fueron colocadas 13 mochilas que transportaban explosivos temporizados en diversos carros de trenes de cercanías cuyo destino final era Madrid. Diez de esas mochilas estallarían entre las 7:37 y las 7:40 horas. Murieron 191 personas: 34 en la estación de Atocha, 63 en la calle Téllez, 65 en la estación de El Pozo, 14 en la estación de Santa Eugenia y 15 en diversos hospitales de Madrid. El número de heridos fue 10 veces superior al de los muertos: mil 857.

 

Setenta y dos horas después de los ataques terroristas los españoles acudieron a la cita electoral pactada. Sorpresa, los colores del Congreso dan un vuelco; Mariano Rajoy, el delfín del entonces presidente José María Aznar se queda a la orilla de la victoria. Los socialistas, después del minuto de silencio riguroso, alzan los brazos de la victoria. José Luis Rodríguez Zapatero gobernaría durante los próximos siete años y medio.

 

Diez años después existe más certeza sobre la ruptura en la tendencia de la intención de voto que de la célula terrorista. De lo último, el juez Juan del Olmo reveló en 2011 que los autores del 11-M responden a la ideología de Al Qaeda pero no forman parte de la estructura orgánica de Osama Bin Laden. Ni los 29 procesados ni la marca Al Qaeda empalmaron al 100% con la fatídica realidad que se vivió en el interior de los trenes.

 

El 8 de marzo, tres días antes de los atentados y seis de las elecciones generales, el periódico El Mundo publicó lo que sería la última encuesta anterior a la jornada de reflexión: PP: 42.1%; PSOE: 37.6%. José Miguel de Elías, director general de la encuestadora Sigma Dos (la que organizó la mencionada encuesta) recuerda que el 9 de marzo fue entrevistado por el corresponsal de The Times. Una de las preguntas protagónicas del encuentro fue si José Miguel veía factible un vuelco del PSOE. La respuesta fue negativa: “Imposible” (Suplemento Crónica del periódico El Mundo, 9 de marzo 2014). Pues bien, el 14 de marzo, hacia las 9 de la noche, los números estimados al pie de las urnas arrojaban lo inesperado: PSOE: 42.6%; PP: 37.6%.

 

¿Qué sucedió entre el ataque terrorista y el día de la elección? ¿Por qué en tan sólo 72 horas la intención de voto cambió el destino político de España?

 

En el espléndido suplemento de El Mundo, del pasado domingo, hay una entrevista a Zapatero con enorme gramaje. El entonces candidato socialista llamó al presidente Aznar desde su automóvil que lo transportaba a la calle Ferraz, sede del partido en Madrid. “Encontré al Aznar más distante y frío”.

 

“¿Frío en esas circunstancias?”, pregunta la periodista de El Mundo. “Muy frío. Fue una conversación que nunca desearía haber tenido. Muy impactante, me dijo que estaba claro lo que había pasado”, sentencia Zapatero.

 

Doce meses antes, el 14 de marzo de 2003, el presidente Aznar viajó a las islas Azores para encontrarse con Blair y Bush para firmar el ataque a Irak sin contar con pruebas sólidas. Pensó que su apoyo representaría una moneda de cambio: pasar a la Historia como un estadista. Error. Nunca se demostró que Sadam Hussein tenía en su poder arsenal químico. El 85% de los españoles no estuvieron de acuerdo con la participación de su ejército en Irak.

 

Doce meses después, unas horas después de los atentados de Atocha, el propio Aznar descolgó la bocina del teléfono para llamarles a Jesús Ceberio (El País) y Pedro J. Ramírez (El Mundo), entre otros directores de periódicos, para reiterarles el nombre de la célula terrorista que acababa de matar a 191 personas: ETA. Las ediciones especiales que ambos periódicos publicaron por la tarde del 11-M llevaban como cabeza principal al autor de los atentados, ETA.

 

La mentira precipitó la caída de Aznar en los niveles escasos de credibilidad que tenía su imagen por aquella época. Trató de salvar a Rajoy mintiendo. La omnipresencia informativa es inexistente frente a la globalización. Si bien es cierto que internet no tenía el protagonismo como el de hoy, dos variables rompieron el dique impuesto por Aznar: CNN confirmó desde Londres, que una célula yihadista asumía la responsabilidad del atentado. La segunda, el transporte de esa noticia no fue TVE ni CNN+ (entonces perteneciente al grupo Prisa). Fueron los SMS de los teléfonos celulares de los españoles desde donde se pudo leer: No fue ETA, el gobierno miente.

 

La noche del sábado 13 de marzo, en la Génova en Madrid, miles de ciudadanos manifestaban su inconformidad. El mundo ya sabía que no había sido ETA; Aznar era el único que no lo supo.