En la geografía de su pensamiento poético, José Emilio Pacheco escribió la novela prodigiosa de la colonia Roma de la ciudad de México.

 

Abrevadero de la clase media mexicana, la colonia Roma de Las batallas en el desierto representó un espacio profético donde se escenificaron los principales cambios torales post revolucionarios. Dos de ellos, la moral y la cultura popular.

 

Si George Perec trazó los corredores atmosféricos de la burguesía parisina a través de Las cosas, Pacheco hizo explícita la moral escondida y/o simulada de la clase media cultivada, por ejemplo, en el Colegio México de los hermanos Maristas a través de Carlos, el inocente niño de tan solo ocho años quien comete el “pecado” de enamorarse de la mamá de un amigo. Y por si fuera poco, de una madre soltera. Perec y Pacheco escriben las dos caras de una misma novela: atmósferas del comportamiento humano que derivan en una sociología tan asfixiante, moralmente, como perturbadora, libertariamente.

 

La represión a través del binomio pecado-perdón, llevó a los padres de Carlos a presentar al chiquillo ante un cura, y por si acaso, ante un psiquiatra para que le ayudaran a retomar el camino “correcto”. Para Pacheco, el motor de la clase media es un conjunto de ornamentos teatrales cuyas representaciones simulan los rasgos de las buenas conciencias. Pacheco no recurre a la sátira. No hace falta. Como poeta, retrata la realidad a través de un amor fallido; un sueño limitado por la “razón” de la biología pero, sobre todo, por los mandamientos sagrados de la clase media mocha.

 

En efecto, Pacheco dota a los lectores de la esencia de Carlos para sentir la impotencia que, sólo desde la infancia, recrudece los sentimientos. Pacheco recrea a través de las batallas en el desierto una atmósfera patética por moralina como represora por romper con los sueños infantes.

 

Como ambiente étnico cultural, Pacheco intuye que la Roma es un crisol. Las colonias árabe y judía se encontraban azarosamente por las calles de Mérida, en la década de los setenta (cuando Pacheco escribe la novela), como en muchas otras escuelas primarias de la colonia Roma. Hoy, esa misma zona no ha dejado de ser el polo más importante del cosmopolitismo mexicano. De ahí que se desprenda la segunda característica de Las batallas en el desierto: la clase media como la vehiculización de la cultura

 

En los recreos de las instituciones revolucionarias, hacia finales de los cincuenta (época en la que Pacheco transita la novela), se encuentra un conglomerado de personajes tan pachucos (Tin tan) como machos (Pedro Infante).  Los héroes espectaculares del cine y de las carpas saltan a la televisión para reforzar esa cultura distante, en apariencia, de la clase media. La brecha estética comienza a ampliarse: si la avenida Álvaro Obregón es un pasaje baudelariano, a pocas cuadras se encuentra la Romita, capital de la ignominia. En efecto, los contrastes en el cosmos de la colonia Roma reflexionada por Pacheco.

 

Se va Pacheco pero quedan las batallas de la Roma del siglo XXI, rasgos de una zona cosmopolita donde se proyecta el México de los próximos lustros.

 

Por fortuna, esa colonia Roma de Las batallas en el desierto es muy distinta a la actual. Son, precisamente, los rasgos cosmopolitas los que han exorcizado a los tics ornamentales.